Aandan los grandes partidos enfrascados en tratar de convencernos de que el 24 de mayo no les fue tan mal como las cifras indican y de acusar al rival de asociarse con extremistas con tal de obtener cuotas de poder los unos y de no aceptar el deseo de cambio que los ciudadanos expresaron en las urnas los otros. Y ambos exploran posibilidades y buscan alianzas para formar gobiernos municipales o autonómicos.
Absortos en afrontar las consecuencias del resultado, no parecen haber dedicado aún suficiente atención a las causas que propiciaron el giro de los electores.
Al menos así lo parece, porque, aunque la corrupción siga siendo el segundo motivo de preocupación de los españoles, ni en el PP han variado un ápice su discurso de que los corruptos eran como compartimentos estancos que operaban sin que nadie se enterase y han sido ya erradicados, aunque siga el goteo de imputaciones, ni en el PSOE acaban de desvincularse con decisión del caso que salpica a algunos de sus miembros más ilustres.
Aunque el paro siga siendo la preocupación número uno, dos millones de desempleados no tengan prestación y las cifras indiquen que ni la cantidad ni la calidad del empleo que se genera son satisfactorios, el Gobierno sigue insistiendo en que todo va bien e irá aun mejor.
Aunque las cifras de desahucios y el de pisos vacíos sigan siendo escandalosas, en el marco de una legislación que se reconoce obsoleta, no hay pasos firmes para afrontar esta vergüenza.
Mientras sigan empecinados en las consecuencias sin valorar suficientemente las causas, todo parece indicar que seguirán perdiendo apoyo. Apenas les quedan tiempo ya más que para algún gesto. Pero, por ahora, ni eso.