Felipe, Letizia y la rendición de París

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

05 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A la hora de montar enaltecimientos, no hay nada como Francia. Estos días estuvieron en París los reyes Felipe y Letizia y las acciones de galanteo fueron insuperables. Hubo escenarios que parecían el plató de una película de amor y lujo. Los actos de los Campos Elíseos, con el tráfico cortado, fueron un ejemplo práctico de la grandeur al servicio de la relación entre Estados. El aplauso de la Asamblea Nacional, un gesto de amistad que anima a refugiarse en el chauvinismo. Las palabras, una colección de piropos que resonarán en los oídos de la pareja real durante mucho tiempo. No es extraño que Felipe VI se haya declarado «abrumado» por esas expresiones de afecto, casi de rendición.

El momento, además, parecía el oportuno. Primero, que habían pasado pocos días desde la monumental pitada del Camp Nou, lo cual hizo que Carlos Alsina me preguntase en la radio si el rey tiene que ir a Francia para que le aplaudan y no le piten. Las comparaciones son siempre injustas, pero esta es tentadora y, en efecto, los aplausos de la Asamblea sonaban como un desagravio. Y segundo, que estamos en jornadas de aniversario de la abdicación de Juan Carlos I, y los actos de París eran algo así como la confirmación internacional del nuevo titular de la Corona. Eran una bienvenida europea con toda solemnidad. Y salió bien. Hubo mucho de crónica rosa, pero el balance político es altamente positivo. Francia es la esencia de los valores republicanos, pero no lo parecía. Es como si alimentara una nota de nostalgia de sus antiguas monarquías.

Lo curioso es cómo se mantiene en el tiempo el recuerdo de una España negra. Francia, como casi toda Europa, lleva cuarenta años saludando los nuevos aires de nuestro país, como si todavía se sorprendiera de que vivamos en libertad. Ese «rostro de la España joven» que la alcaldesa de París descubría en los monarcas es el mismo rostro joven de España que Francia descubrió cuando el rey Juan Carlos hizo su visita oficial. Hay como una especie de pecado original, de tutelaje, de examen y de aprobación de la democracia española y de sus símbolos que permanece a lo largo de décadas. Y nosotros mismos nos dejamos seducir por los decibelios de los aplausos, como si necesitásemos ese modo de confirmación.

Hoy Felipe VI y Letizia están de vuelta. El plató cinematográfico de París se transforma en incómodo patio de vecinos de políticos en desacuerdo. Las referencias del rey al paro y a la desigualdad suenan más apremiantes y cercanas. Lo que dijo la alcaldesa Hidalgo de la unidad nacional hay que entrecomillarlo? París ha sido hermoso, sugestivo, incluso emocionante. Ha sido como un sueño. Despertar es volver. Y volver es decir: buenos días, realidad.