Juan Carlos I, un año después

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

02 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

José Antonio Ardanza, uno de los personajes que entrevisté para el libro El hombre que pudo reinar, cree que el rey Juan Carlos abdicó con cinco años de retraso. Quizá sea una profecía del pasado, pero está cargada de razón. Si don Juan Carlos hubiera abdicado en el 2009, habría evitado todas las circunstancias que al final precipitaron su decisión: errores como la cacería de los elefantes, su estado de salud, que tanto mermó su actividad pública y limitó su iniciativa, la repercusión en la Jefatura del Estado de la crisis económica, la imagen de su discurso en la Pascua Militar del 2014 y el descenso de popularidad como consecuencia de todo ello.

Pero, claro, esas cosas se ven cuando han ocurrido. Antes, ni el más notable adivino se hubiera atrevido a plantearlas. No se atrevía el propio rey, que se veía limitado en su movilidad, pero en plenas condiciones mentales. Hoy, en el primer aniversario de aquel hecho, hay un consenso general en admitir que abdicar ha sido su última gran decisión, pero también su último gran acierto como jefe de Estado. De facto, fue la primera gran acción de renovación política de este país que reclama cambios y, como el rey dijo en su mensaje, para dejar paso a nuevas generaciones. Y posiblemente salvó la monarquía, que se enfrentaba a la prueba de pasar de la adhesión personal a su figura, conocida como juancarlismo, a la adhesión institucional a su heredero.

El día de la ausencia de don Juan Carlos era el más temido en este país. Por lo menos, el más incierto. ¿Quién no escuchó alguna conversación en la que se dijo que Felipe de Borbón no llegaría a reinar? Se pensaba que iba a ser el momento de la gran explosión del republicanismo. Se creía que las banderas republicanas de las manifestaciones se iban a concentrar en una exhibición de fuerza para reclamar el cambio de régimen. Y no ocurrió nada de eso. Este país, que no se confiesa monárquico, aunque haya valorado altamente la figura de don Juan Carlos, hizo gala de un enorme pragmatismo y se dispuso a aceptar la sucesión casi con la normalidad de las monarquías nórdicas.

Digo yo, a la hora del recuerdo de aquel día, que algo habrá tenido que ver el reinado de Juan Carlos y su labor como jefe del Estado. Y ese algo, más allá de los méritos acumulados en la construcción de la democracia, en el logro de una Constitución válida para todos y en su papel el 23-F, ha sido hacer de la Corona un instrumento útil a la sociedad española. Dicho en términos ya tópicos, haber conseguido que el reinado sea el período más largo de libertad y progreso de varios siglos. Los regímenes se mantienen mientras demuestran su utilidad a los pueblos. Caen cuando no sirven a los intereses de la nación.