Podemos: del tic-tac al tac-tic-ismo

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

29 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie, salvo un sectario recalcitrante, negará a Podemos habilidad en la construcción de sus mensajes. Otra cosa es que se ajusten a la realidad o sean sensatos, pero su eficacia resulta, en cualquier caso, indiscutible. La idea de «la casta», por ejemplo, para describir, desautorizándolos de plano, a los partidos tradicionales, ha tenido sobre ellos un efecto demoledor, pese a no resistir un examen riguroso.

En un plano distinto, el lema de campaña del tic-tac, acompañado del dedo en movimiento pendular, ha permitido a Podemos expresar con una economía de medios admirable la idea de que el tiempo del PP y del PSOE estaría terminando y que Iglesias y los suyos iban a entrar en tromba con el látigo a expulsar del templo a los corruptos, o, por utilizar una metáfora de gusto del partido, a levantarse, como en otro 2 de mayo, contra los invasores del poder.

La ocurrencia del tic-tac, brillante como operación de márketing político, presenta, claro, un problema no pequeño: que expresa la tolería que les dio a los de Podemos el día en que, ebrios del poder virtual que le otorgaban las encuestas, decidieron que su aspiración no era ser bisagra de nadie, sino sustituir al PSOE, de hoy para mañana, en la hegemonía de la izquierda.

El duro mentís a esa extravagante pretensión llegó de la mano de las elecciones andaluzas y se vio confirmado el domingo en las autonómicas. En ambas obtuvo Podemos un excelente resultado, muy malo, sin embargo, si de lo que trataba era de ocupar el sitio del PSOE. Lo de Andalucía es conocido. Lo de las autonómicas, peor: en ninguna comunidad ha sido Podemos ni primera fuerza ni segunda, ha sido tercera en nueve, cuarta en tres y quinta en una. No ha alcanzado el 17 % de los escaños en diez comunidades y solo ha superado, en menos de un punto, el 20 % en tres: Aragón, Asturias y Madrid.

Eso explica, en suma, que Podemos haya pasado de su delirante tic-tac a un abierto tac-tic-ismo, destinado a aislar a los socialistas, lo que podría traducirse en que en algunos lugares (la Comunidad Valenciana, por ejemplo) los de Podemos dirijan sus esfuerzos a lograr que sea otra izquierda y no el PSOE la que gobierne. Nada hay que criticar a esa estrategia, que es tan legítima como la del PSOE tratando de desalojar al PP de todas las instituciones en que no pueda asegurarse una mayoría alternativa.

Ocurre solo que, visto el tac-tic-ismo de Podemos, la estrategia socialista de echarse en sus manos con tal de meterle goles al PP es un ridículo suicidio. Pese a ello, tal parece ser ya la única pretensión de un partido cuya vocación mayoritaria era evidente y que ahora vive obsesionado con liderar un gobierno de todas las izquierdas, aunque sea en una posición tan débil sobre el conjunto que la gobernabilidad de España se convierta en imposible. El caso es llegar. A cualquier precio. ¡Da pavor!