PSOE y PP, o el arte de no enterarse de nada

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

27 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya años, en el 2001, publiqué un libro titulado Las conexiones políticas, cuyo subtítulo (Partidos, Estado, sociedad) era expresivo de su objeto: estudiar los partidos como instituciones sociales que protagonizan el funcionamiento del Estado democrático.

Examinaba allí, claro, las patologías del funcionamiento partidista y, siguiendo los análisis, indispensables al respecto, de Hans Magnus Enzensberger, describía cómo la política puede acabar devastando, entre otras, la capacidad autocrítica de quienes la practican: el político profesional se entera solo de lo que dejan pasar los filtros creados para protegerlo; sufre una pérdida del lenguaje, pues solo entre los suyos puede decir realmente lo que piensa; y es víctima, por ello, de un autismo social, mayor cuanto más se progresa en la jerarquía de su oficio: «Ese aislamiento -escribe el filósofo alemán- es el que fundamenta su típico enajenamiento de la realidad y el que explica por qué él político es normalmente y con total independencia de sus capacidades intelectuales el último que se percata de lo qué está pasando en la sociedad».

Basta observar la reacción de los dirigentes del PSOE y del PP tras conocerse qué ha pasado en las municipales y autonómicas para constatar que las cosas suceden por desgracia tal y como se describe en el párrafo anterior. Rajoy se agarra a los datos que le convienen, para quitarle importancia a su derrota, y Sánchez hace lo mismo exactamente, pese a que un análisis detenido de los resultados de las fuerzas que lideran uno y otro indica que, aunque con manifestaciones no exactamente coincidentes, lo que les ha ocurrido a los populares y a los socialistas el domingo es para todo menos para mostrase satisfecho. Dice el refrán que no se contenta el que no quiere, y ello nunca es más cierto que tras unas elecciones.

El PP debería saber, pero anda en Babia al parecer, que sin una renovación interna (que mande ya a la reserva a políticos afectados por escándalos y/o que llevan años y años ocupando un cargo o saltando de una poltrona para otra) la continuación de su caída es imparable. El PSOE, por su parte, no tendría que hacer un gran esfuerzo para enterarse de una vez de que su huida hacia delante -ese batiburrillo de todas las izquierdas que aspira a liderar- lo convertirán antes o después en una fuerza irrelevante e inservible para garantizar la alternancia democrática, que es algo muy distinto a organizar un formidable caos político.

¿Reaccionarán? Lo dudo mucho, pues ni ellos, ni quienes por principal misión tienen adularlos y decirles lo que quieren escuchar están dispuestos a mirar alrededor y ver con ojos claros que, cuando las cosas van mal, hay que cambiar. Lo hace todo el mundo, salvo los orates, los tontos de capirote y los sectarios, que son una curiosa mezcla de ambas cosas.