La hora de la reflexión de Feijoo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

26 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Es la revolución? Cualquiera lo diría al ver la caída de la Bolsa y el repunte de la prima de riesgo. Los expertos dicen que también han influido las tribulaciones de Grecia. Pero entre Podemos y Syriza, el mercado de valores se zampó ayer los ahorros de bastante gente. Aunque solo la mitad de las pérdidas se deban a las elecciones, ya tenemos un indicio de cómo ha caído el vuelco del domingo en el mundo de las finanzas: como un factor de miedo, añadido al proverbial miedo del dinero a todo lo que significa cambio y no digamos giro a la izquierda. «No somos Grecia», se volverá a repetir. Y, efectivamente, no somos Grecia con una sola condición: que el partido todavía dominante, el Popular, deje de disimular el batacazo del domingo con el fácil y previsible discurso del «somos el partido más votado».

Dejar de disimular es recoger el lenguaje de las urnas, mirar caso por caso, abrir el período de reflexión que había pedido Núñez Feijoo y aclarar los motivos de la debacle. No es normal pasar de un dominio territorial agobiante a tener que mendigar el apoyo de Ciudadanos para conservar algún Gobierno. Tampoco es normal que grupos de recién llegados sin gran conocimiento público, aunque traigan la vitola de la novedad, le arrebaten parcelas de poder en todos los lugares donde se han presentado, desde Galicia hasta Valencia. Y no es normal que en horas 24 un gran partido ganador sea percibido como el gran derrotado.

Ahí empieza a contar el mandato de Núñez Feijoo: qué ha fallado en el PP; por qué el descalabro es general y no se limita a personalidades como Esperanza Aguirre, Rita Barberá o el alcalde de Valladolid; cómo es posible que el PSOE, erosionado en su liderazgo, mortecino en su capacidad de generar ilusión y con el lastre de la herencia dejada, se quede a menos de medio millón de votos del partido que, según Rajoy, nos puso en la senda de la recuperación y la prosperidad. ¿Hemos de repetir el argumento de la ineficacia del discurso económico si el pueblo no ve la mejoría? ¿O, además de eso, hemos de pensar que estamos ante una crisis mayor, que afecta al propio liderazgo del PP?

No tengo respuesta para esta última pregunta. Pero sí tengo una lección histórica: cuando la sociedad demanda algo -en este caso, cambio del mapa político-, es inútil resistirse. La resistencia se paga con la derrota. Lo que ahora se le pide a Mariano Rajoy, y en menor medida al PSOE, es que se pongan al frente de esa manifestación por el cambio. Aunque el presidente del Gobierno piense que él y su política son lo mejor que hay en el mundo y ha parido madre, sería útil que abriese un hueco a la duda. Lo decía un clásico: «La duda lleva al examen, y el examen a la verdad».