El batacazo del PP y una doble profecía

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

26 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si lo medimos en función del espectro ideológico, el temporal del domingo ha devastado los dominios de la derecha y fecundado los campos de la izquierda. Si lo analizamos en clave de partidos, el batacazo del PP ha sido de tal envergadura que empequeñece la mezcla de éxito y fracaso que se respira en los demás barrios. En estos suburbios, algunos dirigentes, como Pedro Sánchez, experimentan alivio: su liderazgo se afianza, el anunciado desplome del PSOE no se ha consumado, el partido se mantiene como principal fuerza de la izquierda y los socialistas recobran parte del poder autonómico y municipal que habían perdido. Otros, como Rosa Díez o Alberto Garzón, entonan el réquiem por sus respectivas formaciones. Y los nuevos, Albert Rivera y Pablo Iglesias, celebran su eclosión, reciben la llave que abre la puerta a la formación de mayorías y cosechan algún sonado triunfo -las alcaldías de Madrid y Barcelona, en primer término- mediante marca interpuesta.

Nada tan determinante, en todo caso, como el hundimiento del PP. El partido del Gobierno pierde 2,5 millones de votos, se apea de sus confortables mayorías absolutas y cede buena parte del poder casi omnímodo que acaparaba desde hace cuatro años. Y se quiebra, sobre todo, su monopolio de la derecha, que venía ejerciendo desde el colapso de UCD. Únicamente a través de acuerdos, presumiblemente con Ciudadanos, podrá el PP retener las alcaldías en unas cuantas capitales de provincia y solo cuatro de los trece gobiernos autonómicos que están en juego. La fractura de la derecha, hasta el sábado sin más fisuras que las abiertas por los nacionalismos catalán y vasco, supone un cambio de largo alcance en el nuevo mapa político.

Unas históricas elecciones municipales celebradas hace más de ocho décadas mandaron a un rey al exilio. No parece que las del pasado domingo tengan igual trascendencia: ni siquiera el presidente del Gobierno se ha inmutado ante el desplome de su partido y mucho menos ha pensado en arrojar la toalla. Pero una nueva etapa ha quedado inaugurada. Los ciudadanos han comenzado a construir, a base de voto y pala, el sistema que sustituirá al bipartidismo matizado de las últimas décadas. Un nuevo edificio, con más habitaciones y servicios comunes que el anterior, destinado a albergar a cuatro inquilinos en vez de dos. Está por ver si, una vez ocupado el inmueble, la comunidad de vecinos se volverá ingobernable o si bien, por el contrario, optará por la negociación, la transacción y el acuerdo que facilitan la estabilidad.

Los resultados del domingo equivalen a una doble profecía a meses vista. Permiten augurar, en las elecciones generales de noviembre, un descalabro del PP de colosales proporciones y una encarnizada lucha entre PSOE y Podemos por la hegemonía en la izquierda. Ambos factores decidirán el color del próximo Gobierno. Eso creo, pero, si no comparten el pronóstico, tómenlo simplemente como una quiniela del que suscribe.