Mítines de cartón piedra, solo para convencidos. Paseos. Promesas como aquellas que cantaban Iván Ferreiro y los Piratas, de las que no valen nada. Más paseos. Ocupación masiva de farolas con fotos de candidatos que pretenden que les voten porque ellos lo valen. Y vuelta a pasear. Y a pedir que el domingo los ciudadanos pongan una papeleta con su nombre en una urna.
La campaña se precipita hacia su final. Aunque viejos y nuevos partidos han echado el resto para seducir a los electores, el resultado parece menos predecible que nunca. La crisis y la corrupción han resquebrajado las viejas lealtades que encumbraron a PP y PSOE en el trono dual del bipartidismo. Los aspirantes a dar un vuelco o, cuando menos, a instalar una tetrarquía en la política española, Podemos y Ciudadanos, juegan en otra liga y pisan fuerte en el terreno de las nuevas tecnologías. Siguen la estela de lo que ocurre en Estados Unidos, donde se mira más al ciberespacio que a las churrascadas electorales. Allí el primer gran fichaje de cualquier candidato serio a la presidencia es el del director tecnológico de campaña. Aquí muchos se mueven con torpeza cuando se saltan los argumentarios de sus partidos y cuando manejan tuits, posts o vídeos. Y no deja de ser irónico que, incluso los más preparados, demuestren poca destreza al manejar teclado y ratón.