Aquí y ahora

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

09 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hic et nunc, que escribían los clásicos para realizar un diagnóstico del momento que vivían y narrar la crónica de cuando los tiempos eran tan convulsos como estos pese a los siglos que han transcurrido. Regreso de un viaje, de celebrar en encuentro con jóvenes creadores en la Fundación Antonio Gala, cuando la primavera culmina su estreno con las cruces de mayo inundando de flores los viejos patios cordobeses, y la ciudad, Madrid, me acoge con un paisaje de gallardetes pidiendo el voto desde las farolas en un ecuánime reparto según aceras. A la derecha aconsejan votar conservador y a la izquierda, no faltaría más, recomiendan los carteles votar socialista.

La radio relata la sorpresa británica de la distancia que separa el recuento de votos a los conservadores de Cameron, con su triunfo holgado sobre los laboristas de Ed Miliband, y el gigantesco patinazo de todas las encuestas serias que pronosticaban un virtual empate técnico entre los dos grandes partidos en unánime coincidencia de los principales diarios ingleses. Aquí y ahora se reitera el sondeo demoscópico del CIS, que sitúa en los dos primeros puestos del podio a los partidos que protagonizaron la alternancia en los años de la transición, y se comienza a denominar emergentes a las formaciones políticas que han hecho de la utopía (Podemos) un reclamo electoral, y del posibilismo político una denostada alternativa del voto irreflexivo (Ciudadanos).

El nunca pasa nada es transnacional, por muy atractivas que resulten las nuevas ofertas programáticas. El Partido Laborista inglés tenía todas las papeletas para derrotar, programa en mano, a las huestes de Cameron. Miliband proponía a los electores congelar por dos años el precio de la energía, limitar al cinco por ciento el beneficio de las empresas privadas que mantienen importantes contratos con el sistema sanitario británico, y la reducción de antiguos beneficios de discriminación positiva para los residentes extranjeros, sin apelar a restricciones xenófobas, entre otras muchas propuestas imaginativas que no se centraban en cuestionar la pertenencia a la UE o en el peso real de la libra esterlina frente al euro.

Pero como la historia es obstinada y tozuda, prevaleció el planteamiento conservador y la ciudadanía desoyó los cantos de sirena y despejó del horizonte la sombra de Blair que seguía oscureciendo a gran parte del electorado socialista.

Pero esto no es Gran Bretaña, y el deja vu de la máquina de los comicios reitera sus viejas fórmulas de banderas y gallardetes, de pegadas de carteles a las doce en punto del primer día, de caravanas con candidatos sonrientes, de mítines vacíos y banales, de visitas a parques y mercados, de fotos con niños en brazos, de silencios cómplices, de tedio infinito y aburrimiento garantizado. Sobra retórica y urge la disidencia critica para reformatear el voto, para votar contra la crisis, para castigar o refrendar el poder absoluto de gobiernos instalados en mayorías, sean del signo que sean, porque aquí y ahora nos estamos jugando al menos cuatro años de nuestro futuro que, como ustedes bien saben, es a todas luces un futuro imperfecto.