Hay futuro. Este año España crecerá un 2,9 % y el próximo, una cifra similar. Lo dijo ayer el presidente del Gobierno, que sigue insuflando optimismo. Es bueno que el presidente venda una imagen positiva de España a esos mercados que parece que ahora lo gobiernan todo. Y es comprensible que quiera transmitir optimismo a sus votantes, menguantes según las encuestas.
Pero sería mejor aún que el presidente de todos los españoles hablase de vez en cuando para los que se están quedando al margen. Es cierto que, como dijo ayer, la verdadera causa de la pobreza y la desigualdad es el paro. Y también que se está creando empleo desde hace meses, la mayoría indefinido. Pero desgraciadamente también lo es que tener un empleo no garantiza hoy un nivel de vida digno, que un porcentaje aun demasiado alto de los empleos que surgen son temporales -algunos efímeros- y otros a tiempo parcial, al menos sobre el papel, aunque en no pocos casos los horarios crezcan, pero no el salario.
Es cierto que el año pasado la renta de los hogares creció un 1,4 %. Rajoy subrayó que esa cifra marca un cambio de tendencia, aunque algunos lo ignoren. Se empeñarán en ignorarlo los que siguen sin empleo y han agotado ya todas las prestaciones. Aquellos a los que no llega ni un ala del pollo de la estadística.
Es cierto que las pensiones ni se han congelado ni se han rebajado. Pero también lo es que ha bajado el poder adquisitivo de los pensionistas.
Es bueno que el presidente infunda confianza a los mercados y a sus votantes. Pero sería aun mejor que se la hiciese llegar a los millones de víctimas de la creciente desigualdad, en la que también somos campeones.