Distintas formas de mirar un árbol

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

19 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Me he servido del título de la excelente novela de Julio Llamazares, Distintas formas de mirar el agua, para reflexionar sobre un suceso de actualidad. Para quienes no la hayan leído, la novela narra cómo la muerte del abuelo reúne a todos los miembros de una familia, junto al pantano que anegó su hogar hace casi medio siglo, y donde reposarán para siempre sus cenizas. En ese paisaje, cada uno reflexiona sobre su relación con él y con los demás, y sobre cómo el pantano marcó la existencia de todos ellos. 

He pensado en la obra de Llamazares cuando he leído la denuncia acerca de una tala masiva de árboles en el concello de Pereiro de Aguiar, en A Ribeira Sacra, de la que se ha hecho eco el Valedor do Pobo. Al parecer, se han cortado un buen número de ejemplares, centenarios en algún caso, en las proximidades del monasterio de San Estevo de Rivas do Sil, dentro del área incluida en la Red Natura. Según consta en la denuncia, la tala tiene un importante efecto paisajístico, lo que condiciona uno de los aspectos clave para la propuesta de declaración de A Ribeira Sacra como Patrimonio de la Humanidad.

Pero más allá de detenerme en el hecho concreto, me han llamado la atención las declaraciones del alcalde de ese concello a los medios de comunicación. Según se ha publicado, el regidor no tenía noticia de la denuncia, pero señaló que estuvo en la zona y que no vio nada anormal, además de que «a xente da zona incluso está contenta, porque as árbores estaban comendo a igrexa de Loureiro». Los árboles eran un problema.

Cada vez es más frecuente en Galicia que los ciudadanos y los políticos tengan distintas formas de mirar los árboles. Lo vemos en la noticia citada y lo hemos visto en Sarria y en muchos otros lugares, en los que se evidencia que la sensibilidad ambiental de la población y la de los responsables de gestionar sus asuntos discurren por caminos divergentes. Si lo piensan, no es infrecuente que los ciudadanos tengamos que defendernos de las barbaridades ambientales que cometen nuestras Administraciones.

No quiero comparar lo que les estoy planteando con el desgarro que debe sufrir quien ve su pueblo sumergido por un embalse, como ocurre en el relato de Llamazares, pero volver a un lugar donde ha desaparecido un bosque, o un viejo árbol, es una sensación difícil de describir, en la que se mezclan la tristeza y la indignación. Puede haber distintas formas de mirar los árboles: hay quien disfruta con la sensación de pisar las hojas en un hayedo y quien solo ve que se mancha los zapatos, pero, lamentablemente, en la mayoría de los casos son estos últimos los responsables de su protección.

Nuestra relación con los árboles está marcada por nuestro pasado y por nuestra educación; los bosques de nuestra infancia forman parte de nuestras vidas. En esta pequeña historia es irrelevante si el terreno era público o privado y qué especies han desaparecido, lo importante es que nos muestra que todavía existe gente cuya única manera de relacionarse con los árboles es talándolos.

¡Extraña forma de mirar un árbol!