El asiento de atrás

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

19 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El asiento trasero de los coches tiene algo de leyenda, incluso de mito erótico. Las limusinas, sin ir más lejos, no son más que un larguísimo y opulento asiento de atrás, que representa los fetiches de nuestro tiempo: sexo, dinero y poder. En el asiento trasero lo mismo se hace el amor que se hacen negocios e incluso, si es el de un taxi, nacen bebés en medio de un atasco de camino al hospital.

Hay gente elegida por el azar, la genética o la plutocracia que se sube un día al asiento de atrás y ya nunca se baja. Cambia de Audi, de Mercedes, hasta de chófer, pero sigue sentada en el icónico lugar de quien manda: atrás y a la derecha.

Rodrigo Rato es uno de ellos. Lleva toda la vida viajando en el asiento trasero. Le han abierto miles de veces la puerta para que se suba o se baje del coche oficial. Incluso cuando, hace unos meses, acudió a declarar a la Audiencia Nacional por los tejemanejes de Bankia lo vimos llegar con su chófer y su escolta, que le sostenía la puerta como en los buenos tiempos del ufano vicepresidente del Gobierno.

Pero a Rodrigo de Rato y Figaredo nunca le habían abierto la puerta del coche como la funesta tarde del jueves, cuando el funcionario del Servicio de Vigilancia Aduanera, con su chaleco de la Agencia Tributaria y la placa sobre el pecho, puso la mano derecha sobre su pescuezo para ayudarle a entrar en la parte de atrás del automóvil. También era un vehículo oficial. También iba escoltado. Como siempre. Pero algo no encajaba. Era esa mano en la nuca. Un gesto preventivo del protocolo policial para que el detenido, que suele ir esposado, no se parta la crisma al entrar en el automóvil. Solo era una mano en la nuca. Sí. Pero esa mano shakesperiana posada reglamentariamente sobre el cogote estaba colocando su cuello sobre la guillotina de los telediarios y las portadas.

Ya dentro del coche policial solo faltaba al volante la Frances McDormand del épico final de Fargo interrogando al detenido:

-¿Y todo esto para qué? ¿Por un poco de dinero? En la vida hay algo más que dinero. ¿No lo sabes?

Mientras los hermanos Coen rodaban Fargo en 1996, en España, muy lejos de las nieves de Minnesota, empezaba el milagro económico de Rato.