Rajoy y los «seres humanos normales»

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

15 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevo todo el fin de semana devanándome los sesos, intentando desesperadamente descifrar qué entiende Mariano Rajoy por «seres humanos normales». Confieso que mis pesquisas no han dado fruto alguno. Así que ya lo sabe el lector: deje de leer en este punto si lo que busca es saber si sus ideas o actitudes encajan en la normalidad o son francamente anómalas. En este artículo no encontrará -¡lo siento!- más que divagaciones.

Rajoy solo dejó claras dos cosas: que «los demagogos y populistas de todo signo» y algunas «manzanas podridas» son anormales; y que hay millones de «seres humanos normales». Parece, pues, que manda la estadística: un ser normal es aquel que se ajusta a valores medios, ni fu ni fa, en contraste con lo excepcional o minoritario. Un superdotado o un asesino en serie pertenecen al reino de la anormalidad: por desgracia en el primer caso, afortunadamente en el segundo, ambos fenómenos ofrecen baja frecuencia estadística. Pero la aplicación de este criterio nos conduce a terrenos pedregosos. En la España de hoy, un joven sin trabajo es un ser humano perfectamente normal: lo anormal es que un joven tenga empleo o que un parado cobre algún subsidio. Los desahuciados son anormales, porque la mayoría aún conservamos nuestra casa, pero no más anormales que el rara avis del ricachón cuya fortuna contrasta con el empobrecimiento de la mayoría. Así que esta corriente de agua no lleva a ningún puerto.

Veamos entonces la cuestión desde otra perspectiva. Las personas suelen confiar en quienes les prometen ayuda. Y caen rendidas ante promesas de este tenor: «Vamos a bajar el impuesto sobre la renta» (Rajoy), «la subida del IVA es un sablazo» (Rajoy), «yo no pienso dar un solo euro de dinero público [a los bancos]» (Rajoy), a los funcionarios «se les ha estafado: se les dijo que iban a subir sus sueldos» (González Pons), «suprimir la desgravación por vivienda es un disparate» (Rajoy), «yo no quiero abaratar el despido» (Rajoy), «yo no voy a hacer el copago» (Rajoy), existe «una raya infranqueable: la sanidad pública y gratuita» (De Cospedal), «ni subir los impuestos ni perdonar a los que no pagan» (Sáenz de Santamaría), la jubilación a los 67 años es «absolutamente inviable» (Javier Arenas), «yo no voy a reducir las políticas sociales, y en particular la educación» (Rajoy).

Cerca de once millones de seres humanos normales aplaudieron esos decires en el 2011, pero Mariano Rajoy teme que muchos de ellos hayan sufrido alguna perturbación psíquica desde entonces. Sospecha que tal vez no entienden que la frontera entre la normalidad y la anormalidad, al igual que las promesas electorales, muda como algunos de camisa. Cambia con el lugar y el tiempo. Que un varón escocés se exhiba en falda es normal, pero que lo haga mi vecino es ridículo. Hasta mi bigote, usual en la sociedad del abuelo, delata hoy síntomas de desorden mental. Pero todo esto no pasa de meras elucubraciones. Lo que Rajoy quiso decir está bien claro para los buenos entendedores: el que vota al PP es un ser humano normal. Los demás somos anormales.