Just in time

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

12 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En mis tiempos, a los niños nos colocaban unos pantalones en septiembre y con ellos había que aguantar hasta que nuestras hechuras reclamaban otros límites. Estrenar ropa era un acontecimiento familiar y abastecerse de novedades en una ciudad pequeña, una lata o una ingenuidad. Un día apareció Zara. Ya no había que esperar a septiembre para mudar de piel, porque cada semana se deslizaba un reclamo. Y lo mejor, ya no había que recurrir a destinos exóticos para vestirse, porque en tu ciudad pequeña se vendía lo mismo que en Nueva York. El ingrediente secreto era un concepto llamado just in time que permitía satisfacer al momento las ansias de novedad de las compradoras. La multinacional canalizó como nadie la bulimia de los tiempos que nos impele a querer todo el tiempo cosas nuevas que se convierten en viejas en cuanto pasas por caja. Ahora estamos en el just in time de la política. Como antes había sucedido con los viejos comercios, la música de los partidos de siempre empezó a desafinar, incapaces de reaccionar ante unos ciudadanos desalentados que no encontraban en sus escaparates lo que necesitaban. La gente se puso a hacer cola en la caja de Podemos, convencida de que su oferta era más vibrante que la vieja, que conectaba mejor con este mundo nuevo y amedrentado. El problema es que lo nuevo cheira a viejo en cuanto llegas a casa y es ese tufo el que llega al ciudadano cuando localiza en los emergentes un patrón viejo. Pablo Iglesias se ha vuelto lacónico; ha perdido la chispa pícara de quien disfruta al pulsar la tecla correcta. Ha empezado a hacer algo tan viejo como huir de los focos. Su misión, ahora, reconducir un activo que se ha vuelto contra ellos. Es difícil seguir siendo el nuevo cuando empiezas a sonar a viejo.