¿Alea jacta est?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

23 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque en España nos hemos enviciado con eso de que todas las elecciones son siempre unas primarias de las generales por venir, pocas veces unas autonómicas han generado en el conjunto del país la gran expectativa de las de ayer en la comunidad autónoma andaluza.

Y es que la cosa no era para menos, si se tiene en cuenta el hecho esencial que tanta gente tenía en la cabeza: que en Andalucía íbamos a tener la primera oportunidad de confirmar, o no, lo que desde hace meses anuncian las encuestas. A saber: una fuerte contracción del voto de los dos grandes partidos -eso que con notable imprecisión se ha dado en llamar bipartidismo- en beneficio de las dos fuerzas (Podemos y Ciudadanos) que parecían estar en condiciones de recoger el descontento sembrado por el PSOE y el PP.

Pues bien, no hay más que sumar votos y escaños para llegar, más allá de matices, a una clara conclusión: que los tres grandes fuerzas presentes en el Parlamento andaluz hasta la fecha (PSOE-A, PP e IULV-CA) -fuerzas que, después de las autonómicas de 1986, no habían bajado nunca en conjunto en ese tipo de comicios del 84 % de los votos y que habían obtenido más del 90?% en 1994, 1996, 2000, 2008 y 2012-, han visto como Podemos y, en menor medida, Ciudadanos, les han arrebatado una buena parte de su apoyo. Y ello en una comunidad donde, por razones conocidas, la capacidad de aguante de los partidos ya instalados ha demostrado ser muy grande, lo que, con toda la prudencia que es del caso, permite augurar que su sangría podría no haber hecho ayer otra cosa que empezar.

Es verdad, claro -y no puede dejar de subrayarse-, que la caída de los tres partidos presentes hasta ahora en el parlamento regional es de entidad muy diferente: los socialistas pierden un pequeño porcentaje de sus votos, los populares experimentan un durísimo castigo e IU sufre una auténtica debacle. Y es verdad, también, que la entrada de Podemos no puede compararse a la de Ciudadanos, pues los de Iglesias superan con claridad a los de Rivera.

Pero ni eso, ni el hecho de que la presidente andaluza en funciones tenga hoy mismo que ponerse a negociar para asegurarse una mayoría absoluta que no tiene ni de lejos, es tan significativo como el hecho de que nuestro sistema de partidos podría pasar a pivotar no sobre dos grandes fuerzas que ocupan la inmensa mayoría del espacio electoral, y de los escaños en las Cortes de las que depende la estabilidad política de España, sino sobre otros dos más que estarían en condiciones de impedir formar gobierno al PSOE o al PP.

¿Alea jacta est? Esa es la duda: si lo que ayer sucedió en Andalucía indica que «la suerte está echada» o, si, por el contrario, el PSOE y el PP están aún a tiempo de corregir, mirando a las generales, una deriva nacida de sus muchísimos errores y de su incapacidad para entender que el cabreo de millones de personas no puede ser nunca una simple invención de los periódicos.