Encrucijada de nuestra democracia

OPINIÓN

02 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Encrucijada, más allá de lugar en donde se cruzan caminos, significa situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir. Todas las personas nos encontramos a lo largo de la vida en una situación de esas características. El término exime de cargar las tintas con otros adjetivos. La dificultad puede ser de diferente intensidad. Supone, en todo caso, elegir una orientación más o menos duradera, en la que se juega un futuro satisfactorio en la medida que pueda depender de la decisión. Tengo la impresión de que, como colectividad, nos encontramos en una encrucijada. No podría afirmarla hasta ahora.

A lo largo de estos años de democracia ha habido alternancias en los gobiernos, incluso mayorías absolutas; pero el sistema instaurado en la Constitución, mejor o peor aplicado, no estaba en cuestión. La incertidumbre de las elecciones no le alcanzaba. El escenario de las que se celebrarán este año no ofrece aquella seguridad.

Desde la sociedad civil no faltan voces independientes que han alertado de la situación. Hablar de encrucijada no es invalidar lo existente, sino llamar la atención sobre que las decisiones a tomar exceden de lo ordinario. Lo pone de relieve con suficiente claridad Podemos, un actor nuevo en la contienda. Su objetivo es romper el candado de la Constitución, acabar con la casta, lo establecido, con el bipartidismo recurrente; volver a un proceso constituyente. Si esa propuesta aparece en los sondeos con consistencia electoral es porque ha encontrado un campo abonado en posiciones estimuladas durante la legislatura de Rodríguez Zapatero para revisar la mitificada Transición política, en el descrédito de muchas de las instituciones y sobre todo, en el desafecto hacia los partidos políticos que se ha generado, en un ambiente de crisis, por su comportamiento en el que ha influido la corrupción. En el caladero de esa desconfianza se encuentra la fuerza. Removerla o mantenerla será, en definitiva, la disyuntiva. La encrucijada no se presenta como elección entre PP y PSOE, con ayudas también conocidas, sino entre lo conocido y lo desconocido, porque ni siquiera son previsibles los posibles acuerdos que haya de adoptar la lista más votada.

El debate sobre el Estado de la Nación no aumentó la confianza; si acaso el temor. En el ring del Congreso no estaban todos los que pueden intercambiar golpes. Dio la impresión de que «cada un iba ao seu». Sánchez a fortalecer su liderazgo en el partido y Rajoy, a presentar su candidatura para las próximas elecciones. De alguna manera subrayaron la importancia del fenómeno populista al marcar el territorio.

Uno para defenderlo de zarpazos; otro, como único refugio amurallado frente a los bárbaros que intentan asaltarlo. Fuera de él nada es seguro. La proclamada mejora se truncaría. ¿A dónde irán los votos de la mayoría absoluta no registrada en las encuestas? Se reclama a los electores una responsabilidad extraordinaria en una encrucijada histórica.