¡Venga, niños, todos al cole!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

22 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El movimiento a favor de la escuela en casa (home schooling), de vieja tradición en EE.UU. debido a las peculiaridades de la construcción histórica de la nación americana, ha ganado fuerza allí, sobre todo de la mano de grupos religiosos integristas.

La defensa de un creacionismo militante, que rechaza la evolución como si en lugar de una teoría científica fuera la invención de un loco ateo y, más en general, la absurda consideración de la escuela como un lugar de manipulación ideológica, destinado a desafiar las creencias de los padres, ha llevado al delirio de que muchos niños sean educados hoy como en el siglo XIX, antes de que muchos Estados hubieran convertido la enseñanza obligatoria en una de las grandes conquistas de la civilización.

Sé bien que hay quienes consideran de mayor utilidad para los niños conocer las propiedades medicinales de las plantas, saber hacer mermeladas y bizcochos o aprender a convivir con las gallinas que estudiar matemáticas, historia, lenguaje o geografía. Se me dirá que no todos los padres partidarios de la escuela en casa hacen eso y es verdad. Pero, aun dejando de lado las majaderías, y suponiendo que a los niños se les enseñe fuera de los circuitos oficiales lo mismo que en la escuela y con calidad equiparable -lo que, en términos generales, es mucho suponer-, la escuela en casa no podrá suplir jamás dos contribuciones esenciales de la educación reglada a la formación integral de los alumnos: la socialización con otros niños, que no han sido elegidos por los padres, y la formación como ciudadanos, que tiene en la escuela un lugar privilegiado y, por ello, insustituible.

Por eso me parecen muy peligrosas algunas consideraciones de la reciente sentencia del Juzgado de lo Penal número 1 de Ourense, que absuelve a una pareja que en el curso 2011-2012 decidió retirar del colegio a sus hijos de 6 y 7 años, para educarlos en su casa con apoyo on-line desde una academia norteamericana: entre ellas, y de forma especial, la que entiende que esos padres están cumpliendo con el deber de posibilitar la educación de los menores.

En contra de tal criterio, el Tribunal Constitucional dejó claro en una sentencia del 2010 que la práctica de la educación en el hogar era ilegal, al entender -a mi juicio, con toda la razón-, que el derecho a la educación recae en el menor, y no en sus padres. Privar a los niños de ese derecho constituye, por eso, una acción contraria a la ley y, sobre todo, al sentido común más elemental.

Nadie duda de que la inmensa mayoría de los padres quieren lo mejor para sus hijos, pero esa voluntad no es garantía de acertar. La asistencia a la escuela constituye el mejor medio para que todos los niños dispongan de las mismas oportunidades y, entre ellas, de la de elegir su propio camino cuando tengan edad suficiente para ello.