Acabó el entroido: ¡abajo las máscaras!

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

19 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cigarróns de Verín y los peliqueiros de Laza se quitan el atuendo y las caretas al final del entroido. El cigarrón alemán se desprende de la máscara porque a los griegos se les agotó la paciencia y se les vació la nevera, pero aún conserva la pelliza del recaudador y sigue blandiendo la zamarra con que fustiga a quien se interpone en su camino. Si la analogía sorprende a alguien, le recuerdo que los cigarróns, en la versión más acreditada, no son sino la representación grotesca de los antiguos cobradores de impuestos -los alcabaleiros- del conde de Monterrei.

A herr Wolfgang Schäuble se le cayó la careta y demostró que la democracia es palabra de usar y tirar de la cisterna: «Lo siento por los griegos, han elegido un Gobierno irresponsable». La Alemania de hoy es un país democrático de puertas adentro: incluso los acuerdos adoptados por los socios del euro deben superar la criba de su Parlamento o de su Tribunal Constitucional. Los demás países, sin embargo, solo gozan de libertad condicional. Elijan ustedes a los políticos que quieran, siempre que obedezcan a Berlín. No nos importa que Zapatero o Papandreu se llamen socialistas si el primero cambia la Constitución española al dictado y el segundo olvida su amago «populista» de someter a referendo los acuerdos adoptados. Incluso Syriza puede acceder al club si entra en razón y abjura del compromiso con sus ciudadanos. A fin de cuentas, ¿quién cumple un programa electoral?

A herr Schäuble le cayó la máscara cuando el BCE, antes incluso de que Tsipras ocupase su despacho, le cerró el grifo a la banca griega. ¿Pero no habíamos quedado en que el banco central goza de autonomía en la aplicación de la política monetaria y no puede ser instrumentalizado políticamente? Curiosa manera de probar la irresponsabilidad de los griegos: demostrándoles que, si no se avienen a mis razones, aún puedo ahogarlos más, provocar una estampida de capitales y hasta encerrarlos en un corralito.

A herr Schäuble y a sus monaguillos -¿qué pinta usted, señor De Guindos, en el coro de acólitos?- se les escurrió el disfraz, y quedaron en cueros, cuando el Gobierno griego les dijo que sí, que efectivamente, las deudas hay que pagarlas. Y fue entonces, despojado del argumento supremo, cuando el cigarrón alemán mostró su verdadero rostro y levantó el látigo: el proceso de reformas es innegociable. La factura tiene que ser abonada con las pensiones de los griegos, con la privatización de su patrimonio histórico, con el dinero que gastan en medicamentos o en ayudas a los parados, con más rebajas de sueldos y más subidas de impuestos a los pocos que pagan. Con la calderilla que aún les queda tras desplomarse su economía un 25 %.

Al cigarrón alemán -créame, señor De Guindos- el fuero le importa más que el huevo, el método más que la deuda. Así lo reconoce: prefiere una Grecia fuera del euro, y en suspensión de pagos, a una Grecia ensayando una política alternativa al palo y tentetieso. ¿Y la democracia? Bonita pregunta.