Ana Pastor y los corredores atlánticos

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

16 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de algunas megalomanías que se colaron en el proyecto, Galicia está a punto de culminar el eje ferroviario atlántico, que acortará el viaje entre A Coruña y Vigo, y que multiplicará por cuatro su capacidad de transporte. Y, aunque es cierto que esta obra se inició hace dos décadas, y que tuvo sus episodios de demagogia, también es verdad que la crisis no la paró, a pesar de que algunos lo intentaron. En este logro tuvieron mucho que ver José Blanco y Ana Pastor, que también están a punto de terminar las conexiones por AVE con la meseta. Y a nadie se le oculta que, vistas ambas obras en conjunto -porque su funcionalidad se complementa-, cierran un período de renovación infraestructural que tiene todas las características de un sueño imposible que se hizo realidad. Por si tal hazaña no fuese suficiente, Ana Pastor acaba de meter la AP-9 en un proceso de renovación de extraordinaria importancia, del que la ampliación del Puente de Rande y los enlaces de Santiago son dos muestras visibles, pero que Fomento contempla en el marco de un aggiornamento de máximo alcance. Porque prendidas a la actualización de la AP-9 deben venir el desdoblamiento del corredor del Morrazo -que está programando la Xunta-, y la revisión de los enlaces que vertebran la conurbación atlántica. Y no hablamos de soluciones ideales, sino de proyectos en vías de ejecución o en tramitación. Y por eso sería bueno que contemplásemos esta renovación estructural con un poco de realismo y de patriotismo político, para que nadie pueda entorpecer su desarrollo.

La construcción de la AP-9 ya fue una lección que no deberíamos olvidar. Porque, pudiendo realizarse en cinco años, fue retrasada durante dos décadas por el concurso de utopías ecológicas y urbanísticas que nos costaron un ojo de la cara y una oportunidad histórica. También ahora hay tentaciones de activar todas las reivindicaciones maximalistas -incluido ese utópico rescate que las últimas exenciones de peaje contribuyeron a encarecer- que pueden entorpecer el proyecto. Y no debemos ignorar que en este momento hay grupos políticos y sociales que viven de aventar la idea de que somos el país más desgraciado del mundo. Pero alguien tendrá que decir que eso no es verdad, y que tardaremos muchos años en poder conjugar estos problemas con una mayoría de gobierno que está dispuesta a resolverlos, y con el tesón de una ministra que, en medio del ajuste fiscal, logró aumentar nuestras oportunidades. Los gallegos, si nos ponemos, somos expertos en repetir errores y esbardallar esperanzas.

Pero yo no me apunto a esa manera de ver Galicia, y espero que nadie consiga frustrar este plan que, como todos los milagros, tiene sus autores, su tiempo y su oportunidad. Después, si se frustra, solo quedarán el llanto y el rechinar de dientes. Lo dice la experiencia.