La política y el mínimo común denominador

OPINIÓN

14 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre las causas que dificultan un buen diagnóstico de la crisis hay que destacar la plaga del mínimo común denominador, que, convertido en un proceso de reduccionismo automático, nos lleva a tratar de manera igual cosas muy diferentes. Por eso, quiero cambiar la naturaleza matemática del común denominador en un concepto vertebral de la ciencia política, para que sean los matemáticos, y no los politólogos, quienes lo usen por analogía.

España siempre fue aficionada al mínimo común denominador, y nadie entendería nuestra historia sin utilizar expresiones como «los herejes» -que vale para San Juan de la Cruz y Calvino-, los afrancesados -Acuña Malvar y Jovellanos-, los nobles -el cardenal Mendoza y Vicente del Bosque-, y los famosos -Belén Esteban y Victoria Camps-. Aunque si hubiese que escoger un ejemplo de mínimo común denominador sería el de los rojos, que, utilizado profusamente por Franco, hizo posible que Marcelino Camacho y yo fuésemos llevados al TOP por izquierdistas y subversivos, aunque mi caso fue archivado por falta de pruebas y a Camacho le cayeron 20 años.

Pero la crisis que padecemos está introduciendo nuevos denominadores sociales que determinan profundas injusticias. Los jubilados, por ejemplo, incluyen a un ingeniero que se retira con 2.500 euros y a un agricultor de Cervantes que cobra 540, y a los dos les hace la misma exención del copago y la misma rebaja en el AVE. Igual sucede con los desahuciados, que vale para el caradura que estafa un alquiler y para la viuda hipotecada y madre de cuatro niños. Denominadores comunes son también los imputados -Rodrigo Rato y Reyes Leis-, los políticos -Merkel y Bibiana Aído-, los expertos -Draghi y Monedero-, y los griegos -Sócrates y Varufakis-.

La caída salarial también afecta al catedrático funcionario, que perdió el 4 % de su salario, y a la empleada doméstica que, con su empleo en vilo, pasó de 750 euros a 500. Un parado también es el que quiere trabajar de lo que sea y donde sea, pero no encuentra, y el que hace cálculos con el desempleo y solo acepta trabajar al lado de su casa. La investigación incluye a los que descubrieron el Sovaldi y a los que piden fondos para estudiar las estructuras del Estado catalán. Y el cierre de empresas incluye a las que nadie sabe por qué se hunden y a las que nadie se explica cómo pudieron subsistir. Por eso vivimos un tiempo en el que detrás de cada medida de protección puede haber un cúmulo de injusticias; detrás de cada tipo de ayudas un nicho de fraude; detrás de cada defensa de los servicios públicos una propuesta de despilfarro; y detrás de cada investigador, una preocupante incógnita.

Es la plaga del mínimo común denominador, que, en vez de gobernar ciudadanos, administra medianas, de forma que en cada colectivo solo hay una persona que no fue tratada injustamente.