El tren que van a perder BNG y AGE

OPINIÓN

31 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque se me van los miolos por hacerlo, no voy a discutir con CiU&Cia su teimuda oposición al AVE gallego. Y no lo voy a hacer por dos motivos. Porque ya me he rendido a la evidencia de que la clase política catalana es la más lamentable y ramplona del Mediterráneo -que, como decía Serrat, se extiende «de Algeciras a Estambul, / para que pintes de azul / sus largas noches de invierno»-; y porque, por más divino que pudiese ponerme, no iba a superar el brillante alegato que hizo ayer Roberto Blanco Valdés en contra de esta ley del embudo con la que Mas analiza el déficit de Cataluña y su disparatada construcción de «estructuras de Estado».

Así que -zapatero, a tus zapatos- voy a aprovechar tan lamentable y reiterado episodio para hablar de los soberanistas gallegos -AGE y BNG-, y para preguntarles cuándo van a enfrentarse al injusto y humillante desprecio con el que sus amigos de CiU y ERC tratan las cosas de aquí. Y no digo esto porque tengamos necesidad de defender nuestro tren -que para eso se basta, sin acólitos, la ministra Ana Pastor-, sino porque, después de convertir la guerra contra nuestro AVE en ejemplo y meta del análisis catalán de las inversiones del Estado, y de su lógica territorial, nadie debería dudar de cuáles son los dos objetivos del soberanismo catalán: mantener muy vivo y pujante el potencial de chantaje que siempre exhiben en sus negociaciones con el Estado; y acercarse al debate del nuevo modelo de financiación autonómica con el argumento casi instalado de que gastar en Cataluña es europeísmo y competitividad, y gastar en el resto del territorio es clientelismo, electoralismo, caridad para los pobres, y socorro para los vagos, que ellos vienen alimentando desde Wifredo el Velloso.

Y, dado que tanta soberbia no se puede aguantar, y que detrás de ese fofo engreimiento hay un proyecto de Estado que quiere distinguir las élites identificadas y concienciadas -catalanes y vascos- de la morralla gregaria que somos los demás, sería bueno que los soberanistas gallegos nos dijesen si van a ser los turiferarios que inciensan la procesión independentista de Mas y Junqueras, y si van a mantener este seguidismo soberanista que solo trabaja para el inglés, o si van a llamar a las camadas populares de Galicia a plantarle cara a esta monserga, a afirmar su dignidad e identidad, y a encarrilar en la razón el ya inminente debate sobre la organización territorial del Estado.

Feijoo ya se cabreó institucionalmente, porque tiene púlpito para hacerlo. Pero nuestros soberanistas de cartón-piedra no han dicho ni pío, porque aún siguen creyendo que hay que aguantar el desprecio y la lluvia del orinal con la esperanza de que por donde primero pase la aguja pasará después el hilo. No saben, como Séneca, que nunca hay buenos vientos para quien no sabe a qué puerto se dirige.