Podemos ha perdido la virginidad

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

29 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Podemos ha perdido la virginidad antes de acceder al lecho nupcial. Este hecho, que no debería tener mayor interés en una sociedad donde la mujer ha recobrado su dignidad y la propiedad de su cuerpo, tiene relevancia en el caso del partido de Pablo Iglesias. La tiene por una sencilla razón: fueron ellos mismos quienes se atribuyeron, frente a la casta corrupta, el valor de la pureza inmaculada. Y ahora resulta que, según algunos indicios, dos de sus principales dirigentes -Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero- no eran los profesores angélicos que anunciaban la llegada del mesías redentor. También tenían pasado y miserias perfectamente mundanas.

Nadie entienda que esa constatación significa una felicitación a la jauría de sabuesos que, de forma implacable y claramente discriminatoria, siguen el rastro a cada dirigente de Podemos. Si los sabuesos proceden del ámbito mediático, nada tengo que objetar: forma parte del juego político. Pero cuando la cacería la patrocinan las instituciones públicas, que además determinan qué especies están en veda y qué piezas son abatibles, la cosa cambia. Las universidades tienen la obligación de erradicar las prácticas endogámicas y depurar a los profesores que incumplen sus obligaciones docentes o de investigación: si en medio de la catarsis general pillan a Íñigo Errejón, «duro con él», como dice el cantautor cubano. Hacienda tiene la obligación de perseguir el fraude fiscal, pero el de todos: el de la caja B del PP y el del profesional que no cobra IVA, el del «honorable» Pujol y el de la infanta del palacete... y, si es el caso, el de Juan Carlos Monedero. Lo contrario supondría poner las instituciones del Estado al servicio de bastardos intereses partidarios. Como amagó con hacer -y no sé si hizo- el ministro Montoro cuando apuntó con el rifle a molestos actores y periodistas que «tienen problemas con Hacienda».

Podemos no solo ha perdido el virgo, sino que ha reaccionado como cualquier representante de la casta que dice denostar. «Cuando tocan a Monedero, a Errejón o a Tania, me tocan a mí», dijo Pablo Iglesias. Postura idéntica a la de Mariano Rajoy cuando aseguraba, sin pestañear, que ponía la mano en el fuego por Bárcenas. Uno y otro olvidan que la corrupción es delito personal e intransferible. Delinquen las personas, individualmente u organizadas en tramas, pero no las empresas, los organismos públicos o los clubes deportivos. La corrupción anida en la sociedad, pero también en las alcantarillas hay clases: los grandes medran a la sombra del poder y los pequeños han de conformarse con las migajas de las corruptelas y la picaresca. Existe la prueba del algodón: el número de corruptos incrustados en los partidos políticos es casi directamente proporcional al poder alcanzado por esos partidos y a su duración.

Podemos, que aspira a gobernar, debería saber estas cosas. Y, en vez de alardear de rostro angelical, explicar qué piensa hacer y qué medidas tomará, en su caso, para drenar la ciénaga de la corrupción.