Ferris y ponis

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

10 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El incendio de un transbordador italiano en el mar Adriático puso de manifiesto hace unos días la lentitud con que a veces asimilamos las adaptaciones de voces extranjeras al español. Muchos de quienes se informan por la prensa de Madrid se enteraron de que había «300 personas atrapadas en el ferry italiano incendiado». Así escrito, ferry es palabra inglesa, por lo que debe utilizarse algún tipo de diacrisis tipográfica, como la letra cursiva, para poner de manifiesto que es un préstamo no asimilado. Pero el caso es que este sustantivo que da nombre a los barcos que enlazan dos lugares, también llamados transbordadores, está adaptado al español con la forma ferri.

No es propia de nuestro idioma la terminación -y precedida de consonante. Por eso cuando se toman del inglés palabras con esa coda se modifican para ajustarlas al canon. El primer caso que conocemos data de la segunda mitad del siglo XIX. Se trata de tílburi, nombre de un carruaje de dos ruedas tirado por un caballo, que fue diseñado por el carrocero James Tilbury. Después llegó dandi (de dandy), que apareció por primera vez, junto con dandismo, en la edición de 1927 del diccionario manual de la RAE: «anglicismo por petimetre». Pasó al diccionario usual en 1936. Le siguieron poni (de pony, 'caballo de cierta raza de poca alzada'), en el DRAE de 1984; derbi (de Derby, el conde que fundó la carrera de caballos a la que da nombre su título), que se emplea para designar partidos de fútbol de gran rivalidad, como los Celta-Deportivo; y penalti (de penalty), cuya incorporación al Diccionario data de 1992, aunque se pitan desde los albores del fútbol.

Las adaptaciones más recientes, las incorporadas a la última edición del diccionario de la Academia, son brandi (de brandy), ferri (ferry), panti (panty), curri (curry), sexi (sexy) y jipi (hippy), aunque a esta última le auguramos menos vida y vigor que a los hippies que aún quedan, consumidos por la maría y el amor libre.

Al contrario que los casos mencionados, si la -y final de un extranjerismo no es tónica y le precede una vocal, en la adaptación se sigue representando el fonema /i/ con y, no con i. Es el caso de espray (de spray), gay (de gay) y jersey (de jersey). Solo cambia la y por i al formar el plural (espráis, gais, jerséis). Los extranjerismos son la excepción a la regla de formar el plural con -es tras la y final: rey/reyes, buey/bueyes, ay/ayes. Aunque algunos sustantivos admiten los dos plurales, como noray, de origen incierto (noráis, norayes); estay, tomado del francés antiguo (estáis, estayes), o coy, procedente del neerlandés (cois, coyes).