Parece que encaramos el año nuevo con aires esperanzadores. Ya era hora de que tuviéramos alguna buena noticia y que nos despejaran esos nubarrones oscuros que penden como una bosta sobre nuestras cabezas desde hace años.
Arranca el inicio del año con dos hechos significativos que vienen a desatascar sendos conflictos históricos, como la suspensión de actividades de la FARC y la caída del muro cubano.
Más allá de lo anacrónico de ambos hechos y de su feliz resolución, llama la atención el hecho de que en ambos -al igual que ocurrió con la caída del penúltimo muro de Berlín- hayan sido pontífices originarios de las zonas en conflicto quienes los han desbloqueado. Da que pensar, sea uno creyente o no, que el papel de un papa siga siendo tan determinante en este trémulo siglo XXI.
Sabido es que la Iglesia dispone de los mejores servicios de inteligencia del mundo, y a las pruebas me remito, así como que hayan sido dos pontífices tan atípicos quienes han utilizado su influencia para conseguir cambiar el mundo. Bienvenidos sean estos dirigentes, que intervienen en asuntos que van más allá de su fe y procuran un planeta más razonable; da igual que sea por mandato de la virgen de Fátima o porque, viniendo del fin del mundo, se tomen en serio la tarea de mejorarlo. Bienvenidos sean.
Aún quedan muchos otros muros vergonzosos por derribar, como el de Palestina y el muro ideológico del islam. Confiemos en que Francisco actúe como un Papa Mundi y sea capaz de intervenir con igual eficacia sobre ellos, si se lo permite el Mosad y el fanatismo islámico.
Lo dicho, que el año nuevo venga con muchas más noticias como estas, que el petróleo se mantenga bajito, que Vladimir Putin se tome un tila, que alguien -papa o no- acabe con la sinrazón de las matanzas ideológicas en nombre de cualquier dios.
Y ya puestos a pedir, que sea verdad lo de que la crisis ha tocado fondo, que nos devuelvan los servicios perdidos, que se acaben los desahucios, que Sabina se ponga bueno, que Maduro madure, que los corruptos se conviertan a la honradez y que nos dejen convivir tranquilos.
Amén.