Algún día va a pasar algo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El individuo que estrelló su coche contra la sede del Partido Popular después de un alunizaje de película no es más que un hombre desesperado. No me atrevo a llamarle desequilibrado, porque el dictamen final será el del psiquiatra. Parado, aspirante a una plaza en un pequeño municipio de Teruel y rechazado, decidió que el culpable de sus desgracias es el partido gobernante y arremetió contra él con las armas que tenía: su vehículo, bombonas de butano y el aviso enloquecido a la policía de explosivos preparados para estallar. Este hombre vio demasiadas películas y decidió por su cuenta tomar el palacio de invierno del PP. No ganó ningún empleo, pero sí una plaza temporal en un hospital de tratamiento o quizá en alguna prisión. Pobre hombre. Inspira más compasión que demanda de justicia por el delito cometido. Hubiera sido mucho peor si llega a atropellar a la señora de la limpieza que trabajaba en la sede del partido.

Ahora bien: el episodio, pintoresco por su planteamiento y desenlace, debiera provocar alguna reflexión. Aunque sea una caricatura, representa el máximo de la desesperación ciudadana ante los problemas de supervivencia en una sociedad castigada por las secuelas de la crisis. Es, además, el reflejo de una parte de la población que ha decidido identificar a los culpables de su situación, y esos culpables son los gobernantes. Si su drama viene de hace años, el culpable es Zapatero. Si su drama es reciente, el culpable es Rajoy. Para moverles a la venganza, solo hace falta un clima de instigación. Y ese clima existe. Algunos nuevos agentes políticos lo fomentan, como esos que acaban de difundir un vídeo que identifica a «la casta» con el odio, el engaño y la corrupción. La línea que separa la represalia política de la física es muy delgada. Su visibilidad depende del grado de inclinación a la violencia del receptor del mensaje.

¿Cuántos individuos habrá en España con esta inclinación? Se supone que ninguno. Pero entre cinco millones de parados, muchos de ellos sin esperanza de colocación; entre casi dos millones de hogares con todos sus miembros en paro; entre una multitud que ve ostentaciones y lujos a su lado, es natural que existan situaciones desesperadas. Y no es descartable que alguno vea en ese alunicero del PP un ejemplo de valor cívico en demanda de una justicia imposible. Para ellos ese hombre es un héroe; enloquecido, pero héroe. El factor contagio y la admiración a quien comete acciones insólitas existen y son fundamentales en multitud de hechos violentos. Por eso digo que cualquier día puede pasar algo. Lo extraño es que no haya pasado todavía. Y lo magnífico de este alunizaje en el PP es que resulte un hecho pintoresco y excepcional.