Los ufólogos de la política ficción están con las brújulas disparatadas. Vieron el anuncio espontáneo de Mariano Rajoy en la Constitución de que será candidato como un síntoma de debilidad. Como para frenar otras posibilidades de cartel electoral. Según crónicas, el nombramiento de Alonso como ministro de Sanidad sería una demostración más de los superpoderes de la vicepresidenta Soraya. Cuentan algunos con humor que Alonso, Catalá en Justicia, y un ejército, sobre todo, de secretarios de Estado, son las filas con las que cuenta Soraya para esperar, agazapada, una mínima posibilidad de ser candidata para huir así del desgaste del presidente Rajoy. Es tan dudoso como los fueras de juego en línea. Rajoy, de momento, tiene todo atado y bien atado. Soraya se lo debe todo a él, detalle a no olvidar, aunque, en política, lo de Bruto suele ser un capítulo que termina por llegar. Rajoy goza, según los expertos, de un grupo muy fiel de ministros. Son veteranos y amigos del presidente a prueba de engañifas, como Ana Pastor. En el partido es igual. Lleva diez años tomando todas las decisiones (sí, decide, aunque no lo parezca). Soraya sabe que no son estos sus tiempos. Como lo sabe Feijoo, otro al que siempre nombran. Las pruebas de que Mariano se presenta, y a por todas, son los ceses (ahora sí se cortan cabezas), los millones con los que han empezado a cebar la economía (cien euros al mes para las familias numerosas) y las decisiones populares y populistas, como no subir los peajes de las autopistas. Ahora sí hay dinero. Es año electoral, o sea, año crucial. Hay candidato y es Mariano, como él mismo dijo. Tan seguro como que Kim Il es norcoreano.