El minuto de Rajoy y el tiempo del fiscal

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

E l presidente Rajoy utilizó uno de sus trucos clásicos para no pronunciarse sobre un asunto incómodo: «A ese tema no le voy a dedicar ni un minuto», dijo desde Bruselas. El «tema» es nada menos que la dimisión del fiscal general del Estado, don Eduardo Torres-Dulce, última piedra en el camino de este Gobierno que todos los días sale de Málaga para meterse en Malagón. Este cronista entiende que el presidente comete un error al menospreciar la dimisión y negar explicaciones, por tres razones que considero importantes.

La primera, que Torres-Dulce no es un funcionario de segundo nivel cuya dimisión es intrascendente, sino el titular de una de las instituciones más sensibles del Estado. Es el cargo público que, desde que tenemos democracia, estuvo más zarandeado por el poder político. Es lógico que él abandone el puesto alegando «motivos personales», disculpa elegante y habitualmente pedida por quien le cesa. Pero la opinión pública, formada por ciudadanos contribuyentes, tiene derecho a saber cuáles son esos motivos. La ausencia de explicaciones deteriora la credibilidad institucional, bastante deteriorada ya.

La segunda, que Torres-Dulce dijo en alguna ocasión que él solo abandonaría el puesto si las presiones llegaban a ser «insoportables». No apeló a argumentos familiares, ni de salud, ni a ninguno de los que habitualmente se utilizan. Habló de presiones «insoportables», como consta en las grabaciones rescatadas por los archivos de televisión, y la presiones solo pueden proceder del Poder Ejecutivo, que sigue creyendo que la Fiscalía es un instrumento de gobernación. La opinión pública también tiene derecho a saber si esas presiones existieron ahora y si existieron en cuestiones tan delicadas como las que ocupan la abultada crónica diaria de la investigación de corrupciones que afectan al partido gobernante. ¿Cuándo entenderá nuestra clase política que se debe a los ciudadanos? ¿Cuándo entenderá que gran parte de sus problemas se deben a su cerrazón?

Y la tercera es que basta ver las crónicas periodísticas sobre la dimisión. Aunque sean distintas las fuentes, hay una coincidencia general en que Torres-Dulce tira la toalla por sus desencuentros con el nuevo ministro de Justicia y, en general, con el Gobierno de Rajoy. Se aducen como causas la querella contra Artur Mas, la instrucción de Gürtel y las investigaciones sobre la financiación del PP. Si el señor presidente mantiene su opción defensiva de no dedicarle ni un minuto, dejará que esa sea la verdad que permanezca, al menos hasta que hoy Soraya Sáenz de Santamaría establezca la versión oficial. Y don Mariano Rajoy quedará como un político huidizo que deja sombras de duda, con deterioro de su credibilidad.