¡Bienvenido, Podemos!

OPINIÓN

27 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay consenso tácito en que cada vez que estalla un caso de corrupción Podemos gana afiliados y voto directo. Esta relación entre causa y efecto tiene su explicación en que esa formación se nutre mayoritariamente de la rabia y el descontento contra los dos partidos que han protagonizado el bipartidismo en España en los últimos 30 años y los mayores índices de prosperidad conocidos.

Para varios politólogos la función histórica de Podemos es depurativa: obligar a PP y PSOE (y a UGT y CC. OO.) a ser implacables contra la corrupción. El voto de Podemos es transversal, de indignación y de frustración de gentes de todas las ideologías y estratos sociales. Es la conclusión de que el sistema le ha fallado a muchos, entre ellos a cinco o seis millones de votantes con esperanzas quebradas que apuesta por explorar nuevos caminos porque considera rota la relación entre ciudadanía y política.

«Hay una generación de hijos -ha declarado el socialista Fernández Vara- que está induciendo el voto de sus padres porque comparten la misma preocupación sobre el futuro». Y este desencanto de los más impacientes, esta demostración de que la sociedad está viva, es la que debe mover a los partidos (y a los sindicatos) a regenerar sus cuadros, promoviendo un recambio generacional y luchando contra la corrupción mediante leyes, normas y actitudes que garanticen la persecución del delito, el nombramiento, control y renovación de los cargos, la transparencia y eficacia de la función pública, los contrapoderes de las instituciones y la primacía del ciudadano.

En caso contrario continuarán creciendo los exasperados y desafectos: votantes de Podemos «que creen de forma mayoritaria -estudio de Llorente y Cuenca- que los políticos no van a terminar con la corrupción» y que demandan otro tipo de líderes. Aunque esos iracundos deberían reparar en un hecho que pasa desapercibido: ya no rodean el Congreso ni hay acosos domiciliarios. Han tocado poder y presupuesto público, y tonterías las justas, aunque en el congreso constituyente enseñaran su ADN bolchevique.

Si los partidos son timoratos Podemos acaparará el mando y experimentaremos los efectos de las recetas y eslóganes del muñidor de frases sin discurso que es Pablo Iglesias, entre ellas su novedoso concepto de libertad de prensa («que existan medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión») y el de una «España plurinacional en el que cada parte tiene derecho a decidir su pertenencia o no» (Errejón). ¡Bienvenido Podemos!, pero siempre que no gobierne.