Abajo, el escalofrío

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

22 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Si estos datos los hubiera publicado Izquierda Unida, yo habría pensado que se trataba de una manipulación política. Pero no. Son datos de la muy seria y documentada Agencia Tributaria. Por tanto, difícilmente discutibles. Son la verdad oficial de la realidad salarial de España. Y en esa foto sale una sociedad devaluada en su capacidad adquisitiva. Más claro: empobrecida. No creo que se pueda dar otra calificación al hecho de que casi seis millones de asalariados cobran 645 euros mensuales brutos. Más de un tercio de los españoles que viven de un sueldo tienen que enfrentarse con esa cantidad a sostener una vivienda, a alimentarse y, en número indeterminado de casos, a mantener una familia. Solo dulcifica esa pobreza encubierta el hecho de que gran parte son jóvenes: quizá sigan viviendo con sus padres.

La Agencia Tributaria tuvo el detalle de difundir esos datos (elaborados a partir de las declaraciones de retenciones e ingresos a cuenta del 2013) el mismo día que el gobernante Partido Popular celebraba el tercer aniversario de su victoria electoral. Fue, por tanto, un regalo envenenado de Hacienda, que parecía pensado para echar agua fría sobre el optimista balance que hizo ayer la vicepresidenta del Gobierno. La señora Sáenz de Santamaría presentó un panorama casi idílico del país cuya economía crece frente al estancamiento de Europa, que crea empleo y que puede presumir de ser, con Alemania, la economía más sólida de la zona euro.

Todo lo que dice es cierto, como es natural. Nadie podía esperar otro balance de la portavoz del Gobierno. Pero le faltó este complemento cualitativo de la realidad social, que no hace otra cosa que confirmar lo tantas veces dicho: la gran economía, la macro, resiste bien cualquier análisis, pero esa bonanza no ha llegado a la sociedad. Y algo peor: no solo no ha llegado, sino que gran parte de los trabajadores son hoy más pobres o tienen menos capacidad adquisitiva que en plena crisis. Los mileuristas (que parecían el umbral en que empezaba la dignidad salarial) comienzan a ser una clase privilegiada. Casi ocho millones de trabajadores no llegan a esa cantidad.

Aceptemos que tiene que ser así hasta que llegue la recuperación efectiva. Aceptemos también que las empresas no pueden pagar más, que bastante hacen con no destruir más empleo. Y aceptemos que siempre será mejor un salario mísero que ningún salario. Pero, por favor, que alguien le diga al Fondo Monetario Internacional y demás buitres sin alma que no aconsejen más rebajas salariales. Que alguien le diga a los gobernantes que no cuenten solo grandes cifras, sino que se bajen a la vida de la gente; que miren hacia abajo. Aunque también se entiende que no lo hagan: da vértigo.