Atentado en Jerusalén

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

20 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya tocaba. Nunca está claro quién empieza, pero lo cierto es que, iniciada la marcha, resulta muy difícil parar el tren de la violencia. Tras la operación Margen protector, que tuvo lugar el verano pasado, en la cual el Ejército israelí bombardeó sin tregua la franja de Gaza, todos sabíamos que la calma no iba a durar.

El pacto entre Abu Mazem, líder de Al Fatah y gobernante de Cisjordania, con los líderes de Hamás y de la franja de Gaza sirvió para dar una imagen de unidad de los palestinos y seguir manteniendo activo el interés sobre el conflicto con Israel en un momento en el que la invasión de Irak y Siria por parte del Estado Islámico acapara todos los titulares. Sin embargo, el pacto no tardó en saltar por los aires. Abu Mazem sabe que la división entre las filas palestinas, después de la injerencia exógena, es el peor enemigo de su causa. No ignora en absoluto que Hamás es una organización terrorista financiada por Arabia Saudí y Catar que tiene como objetivos el establecimiento de un enclave islámico en Tierra Santa y mantener activo un conflicto con Israel que sirva de distracción sobre la situación de estos países. Pero a Abu Mazem no le queda más remedio que intentar reducir el cada vez más débil apoyo de los gazatíes a Hamás y así recuperar el poder perdido en las elecciones. Pero todo tiene un límite y este es la recurrente provocación de Hamás. No es coincidencia que, tras las críticas de Abu Mazem, haya tenido lugar un ataque contra una sinagoga de Jerusalén. Hamás seguirá utilizando la violencia para mantener activa la guerra con Israel, su única razón de ser, y para justificar el cerco a los gazatíes. Si estos vivieran como sus hermanos de Cisjordania ya se habrían levantado contra Hamás.