Un sainete político con rompepiernas

Manuel Campo Vidal

OPINIÓN

09 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El esperpento se supera en España, y por supuesto en Cataluña, cada semana. Y sabido es que están pendientes de la consulta catalana bancos, inversionistas, y gobiernos. Es verdad que no tiene valor, pero el temor de que suceda algo desagradable pesa. Se diría que aquí un escándalo tapa a otro. Quien sabe si la Audiencia de Palma sacó el viernes lo de la infanta para que lo de Cataluña lo tapara; como en su día Artur Mas trató de contraprogramar con una provocación de las suyas para que lo de Pujol pasara a segundo plano. Pero todo forma parte de un sainete que arrancó con el curso. Veníamos en mayo de la dimisión de Rubalcaba, del éxito de Podemos, de la abdicación de don Juan Carlos y la proclamación de don Felipe VI en junio, ocupando julio la llegada en dos tiempos de Pedro Sánchez, cuando Pujol confesó. Solo una parte, claro, pero dejó atónitos a los ciudadanos.

Cuando al inicio de curso parecía todo tranquilizado para que actuara de una vez la Justicia, saltaron las tarjeta opacas de Caja Madrid y cayó Rodrigo Rato, «ese señor», según terminología de Rajoy que trata de evitar hasta su apellido. A la semana siguiente, casi siempre en lunes, la Operación Púnica se abrió hueco en los telediarios con estrellas como Granados, el numero dos popular madrileño que espiaba a Ignacio González, y el presidente de la Diputación de León, sustituto de su antecesora asesinada, que se negaba a dimitir. Este fin de semana se consolida la incógnita de si sentará en el banquillo la infanta Cristina. Y en medio de ese recorrido, siempre, el desafío permanente de Artur Mas como primer actor de otro sainete que ojalá no acabe en tragedia. Todo ello amenizado por Esperanza Aguirre, de profesión actual cazatalentos, y el show del pequeño Nicolás, que vendría a ser como el niño prodigio de la corrupción y del misterio.

Pero faltaba el culebrón sentimental de un senador y un diputado popular, que sucesivamente, acudían con frecuencia a Tenerife a visitar a la misma joven empresaria colombiana que los cautivó. El problema es cuando se descubrió que los viajes iban a cargo del Parlamento. El diputado turolense Muñoz Obón lo ha reconocido y lo deja todo. El senador es el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, y, según sus declaraciones, azote de la corrupción en su comunidad. Quien filtró sus andanzas canarias con billetes de dinero público eligió el momento para hacerle más daño: toda la cúpula popular con Mariano Rajoy al frente reunida en Cáceres. Otro chasco. Por eso, Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre tiran de metáfora para referirse la primera «a los cobardes que abandonan el barco» y la segunda «al barco que se hunde». Pero Monago, que no se arruga ante el fuego, porque para eso era bombero, nos ha dejado una joya cuando habla de los «rompepiernas» que le han montado esto. El sabe a quienes se refiere y sería bueno que lo aclarase.

El sainete se define como una pieza dramática de carácter jocoso. La comedia, la tragedia y el drama son en el teatro géneros mayores. ¿Cómo clasificar lo que estamos viviendo? Seguramente como un sainete que en ocasiones puede llegar a tragedia. Resulta difícil negar que Artur Mas, al frente del elenco político catalán, ha estado protagonizando una gran comedia que no ha captado el deseado público extranjero. Ya que uno de sus expertos asesores, Joaquim Brugué, de Iniciativa por más señas, dimitió aludiendo a que «en la consulta del 9-N hay menos garantías que en unas elecciones guineanas», puede considerarse un sainete por su vertiente jocosa. Que la Virgen de Montserrat nos ampare en la jornada y la tensión no degenere en tragedia. Pero convendremos en que todo lo que estamos viviendo no deja de ser un drama. Un país con su economía por reconstruir, con una desigualdad creciente, con una corrupción sistémica que es imprescindible erradicar, pierde el tiempo en ensayos teatrales de diversos géneros improductivos. Lo único, eso sí, que aquí nadie se aburre.

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