¿Acepta usted las disculpas de Rajoy?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

30 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El ciudadano del común pide disculpas cuando, distraído o absorto en sus problemas, tropieza en la acera con otro viandante. O cuando llega cinco minutos tarde al cine, la película ya ha comenzado y tiene que molestar a toda la fila para alcanzar su butaca. El convencional «disculpe usted» forma parte de la buena educación y la concesión del perdón solicitado se convierte en mero trámite: «No se preocupe, no ha sido nada».

Tal formalismo, útil para engrasar la convivencia y evitar rozaduras, no basta si quien pide disculpas regenta al mismo tiempo la cueva de Alí Babá y, para mayor escarnio, es el máximo responsable del reclutamiento de los cuarenta ladrones. Y beneficiario en última instancia del botín acumulado. Como en el cuento de Las mil y una noches: es Alí Babá quien, al conjuro del «ábrete Sésamo», se apropia del tesoro que los chorizos esconden en la guarida de la montaña.

Ni siquiera resulta suficiente, una vez que los jueces descubren e identifican a los ladrones agazapados en el fondo de las tinajas, la higiénica medida de escaldarlos en aceite. Fue lo que hizo Alí Babá, pero con un propósito indecente: quedarse con el fruto del latrocinio. La solicitud de perdón debe ir acompañada, de inmediato, con la restitución de lo robado a sus legítimos propietarios. Se trata simplemente de otorgar carta de naturaleza legal al clamor popular: «Que devuelvan hasta el último céntimo».

Existe todavía otro requisito imprescindible para dar curso a la petición de indulgencia: el propósito de enmienda. Incluso el cristianismo, tan generoso que perdona una vida de crimen y pecado en un segundo de arrepentimiento, establece el acto de contrición como pasaporte para obtener la absolución. En este sentido cabe dudar de la sinceridad del penitente que, después de acercarse al confesionario a descargar sus culpas, sigue amparando a la ministra que ni detecta el virus del ébola ni el Jaguar que entra en su garaje, continúa ciego a los tejemanejes financieros del partido que preside, padece de amnesia y olvida los nombres de los colaboradores que le salieron ranas o utiliza la prerrogativa del indulto para según quién y qué cosas. El arrepentimiento, para ser creíble, debe plasmarse en el BOE: en su sección de disposiciones legales, tan frecuentada a la hora de subir impuestos o de recortar derechos, y en su sección de ceses y nombramientos. Lo demás son cantos de sirena manidos que la gente se hartó de oír.

Aún cumpliendo todos esos preceptos, con la documentación en regla, no hay garantía alguna de que sea concedida la medida de gracia solicitada. Serán las víctimas del expolio quienes decidan si merece la pena restaurar el sistema, inundado por las aguas fecales, o si por el contrario optan por encender la mecha y dinamitarlo. Será el vilipendiado ciudadano, a quien le sisaron el pan y el trabajo, acusado ayer de vivir por encima de sus posibilidades y hoy de arrojarse irresponsablemente en brazos de Podemos, el juez que responderá a la pregunta que encabeza este artículo: ¿Acepta usted las disculpas de Rajoy?