Los millones de las chuches

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

25 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se supo cómo se las gastaban los tarjeteros de Caja Madrid, la mayoría de los atónitos espectadores nos empezamos a preguntar en cuántas entidades y organismos se habrá disfrutado de tan desvergonzada prebenda. De momento, no se descubrió nada parecido en otras cajas, aunque sí cosas peores que un día saldrán a la luz. Donde no había tarjetas, pero se gastaba a mogollón, ha sido en la Generalitat Valenciana. Andan por los papeles las menudencias de esa alegría consumidora y no sé si los altos cargos de esa Administración habrán caído en el pecado habitual de la política, que es la soberbia; pero, desde luego, se van a condenar por el pecado de la gula.

¿Saben a cuánto ascienden las cantidades destinadas a pequeños gastos de funcionamiento? ¡A 40 millones de euros para el próximo año! Eso, según los presupuestos. Según la oposición, la cantidad real que se evapora en esas pequeñas consumiciones se eleva a 190 millones al año, más de medio millón diario, incluidos festivos. Tomando como buenas las cifras oficiales y por malas las de la oposición, la Generalitat Valenciana habría gastado un mínimo de 400 millones en el mismo tiempo que las tarjetas de Caja Madrid gastaron 15.

Y todo eso, para los pequeños gastos de cada día, de los que se tira de unas cajas especiales. Según las filtraciones que se van conociendo, en esos conceptos de pequeños gastos se incluyen festejos por celebrar el ascenso del Levante a Primera, sugerentes comidas servidas a domicilio de los hambrientos altos cargos, bollería e inmensas cantidades de horchata, que para eso es la bebida nacional valenciana y hay que hacer patria. «Fer país», que diría allí al lado el patrón de los Pujol.

Siguiendo con la comparación con Caja Madrid, hay que decir a favor de los servidores públicos valencianos que no constan visitas a joyerías ni a tiendas de lencería. Lo suyo es más comestible y más bebestible. Pero, igual que en el caso de los tarjeteros, es un dinero que no paga impuestos, porque se supone que está gastado en nombre del pueblo y para que el pueblo no se quede sin servicios públicos. ¿Qué sería de una comunidad donde sus cargos pasaran necesidades? ¿Qué sería del rendimiento laboral de aquella Administración si sus mandos no sintieran el alivio de celebrar un éxito deportivo sin que se resintiera su economía privada?

No hay más preguntas. Me limito a decir que esto es Jauja. «Hay gente pa tó», decía aquel torero cuando le explicaron que Ortega y Gasset era filósofo, y en esta España tenemos que decir que hay dinero pa tó. A favor de los cargos valencianos debo añadir otra cosa para ser justo: mientras ordeñaban la mamandurria, han tenido el buen gesto de no estafar con preferentes.