Nueva Comisión, ¿nuevo tiempo?

José Blanco López FIRMA INVITADA

OPINIÓN

24 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La austeridad ha fracasado. Su impulso ideológico y acrítico ha convertido a la Unión Europea en la zona económica del mundo donde el impacto de la crisis sobre el empleo ha sido mayor, ha disparado el riesgo de pobreza y exclusión social y ha exacerbado la desigualdad.

Cualquier persona podría entender que las enumeradas son razones más que suficientes para promover un cambio de rumbo. Pero es que, además, la austeridad por la austeridad no ha servido ni para alcanzar los dos grandes objetivos que han servido a sus promotores para justificar su aplicación: no ha logrado controlar el déficit público y ha multiplicado la deuda. A este respecto, es sintomático el alegato del presidente saliente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en su despedida del Parlamento Europeo, en favor de la austeridad y contra el «crecimiento sostenido en deuda» precrisis: hoy, señor Durão, tras las políticas de austeridad, la deuda se ha disparado hasta límites insostenibles y el crecimiento ni se atisba.

Por si no fuera suficiente, ahora enfrentamos la amenaza de una tercera recesión o, mejor dicho, la tercera fase de la misma depresión. Una que amenaza con llevarse por delante cualquier vestigio de recuperación económica, en España y en Europa, porque está enraizando en el corazón mismo de la Unión, pues Francia no levanta cabeza y Alemania se dirige de cabeza a la recesión. En este contexto, tener que escuchar a Rajoy diciendo que «hablar de economía ahora es hablar de recuperación y esperanza» no sé si causa más preocupación o vergüenza.

Ante este panorama, la nueva Comisión presidida por Jean Claude Juncker tiene la oportunidad y la obligación de corregir el rumbo. Un primer paso es el compromiso ratificado por Juncker ante el Parlamento para el impulso de un plan de empleo, crecimiento e inversión a nivel europeo para movilizar 300.000 millones de euros, que deben ser adicionales, destinados prioritariamente a infraestructuras y a educación e I+D+i. Un compromiso de calado arrancado por el grupo socialdemócrata europeo en las negociaciones previas para la conformación de la Comisión, al igual que la ampliación de la garantía juvenil para dar oportunidades formativas y laborales a los jóvenes, que sufren tasas de desempleo aberrantes en toda Europa y, singularmente, en España, donde supera el 50 %. No caben dilaciones ni vacilaciones.

Pero no es suficiente. Urge abandonar la política de austeridad extrema y de precarización social que está debilitando y poniendo en riesgo el modelo social europeo. Urge acabar con los paraísos fiscales y perseguir el fraude fiscal. Y urge avanzar en la integración económica de la UE, reforzando los mecanismos de supervisión y control, pero también de respuesta ante crisis como la que venimos sufriendo en los últimos años.

Solo desde un cambio de rumbo podremos aspirar a cambiar los resultados, como muestran las políticas seguidas al otro lado del Atlántico donde, incentivando la inversión, la Administración Obama ha logrado impulsar la creación de tres veces más empleos que los destruidos en Europa en el mismo período.

Todo ello, desde luego, tendrá efectos positivos para el conjunto de la Unión y para territorios como Galicia, que siguen necesitando no solo una solidaridad europea puesta en cuestión por las políticas de austeridad, sino también un nuevo enfoque económico que apueste por la reindustrialización de Europa y por la innovación como bases de un crecimiento sólido y de un empleo de calidad.

Pero nada de esto será posible si no se prioriza de una vez una agenda a favor del impulso demográfico y contra el despoblamiento, ámbito en el que nos jugamos el ser o no ser muy principalmente de Galicia, pero también de Europa en su conjunto, pues no hay territorio que pueda garantizar su bienestar, su competitividad y su posición en el mundo sin afrontar, detener y revertir su declive demográfico.

Juncker tiene, por tanto, un largo camino por delante para pasar de las palabras a los hechos. El compromiso demostrado ante el Parlamento abre la esperanza. Esperemos que sea la puerta a un nuevo tiempo.

José Blanco López, eurodiputado socialista.