Lo que de verdad importa de Podemos

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

21 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Podemos está ahí, y sale en las conversaciones privadas. Conozco a gente que asegura que les votará, cosa que nunca me anunciaron respecto a otros partidos y elecciones. Empiezo a tener la impresión de que, cuando alguien se cabrea por las tarjetas opacas o por Pokémon, reacciona diciendo: «A ver si vienen los de Podemos», como si fuese la Purga Benito contra toda la porquería del país. Y así crece en las encuestas, con unos promotores enardecidos y la opinión publicada dividida en dos: la que les airea en las televisiones y la que asusta a la gente con lo enloquecido de su programa.

Este cronista ignora qué futuro puede tener esa formación. Entiende que el hecho de votar es algo muy serio y no es lo mismo decidir quién forma un Gobierno que desahogarse ante espectáculos lamentables de la clase dirigente. Pero eso solo se verá el día de la votación. Antes de eso me parece urgente llamar la atención sobre lo que podría suponer una mayoría de Podemos. Lo de menos es el populismo que les atribuyen, porque a ver qué partido no es populista en cuanto huele urnas. Lo de menos es también la utopía de la mayor parte de sus ideas, porque algo de utopía no viene mal en este momento de tanta falta de grandeza. Lo importante es el fondo de su discurso, sea quien sea el portavoz: los promotores de Podemos son los nuevos agentes de la ruptura, aquella vía por la que la transición no quiso circular para no romper la paz civil.

¿Saben lo que eso significa? Significa lo que estamos oyendo de sus bocas todos los días: que el pacto político que dio origen a la democracia ha sido falso; que la Constitución ha sido redactada por personas que autorizaron penas de muerte y por tanto carece de legitimidad; que toda la transición ha sido un montaje para perpetuar los intereses del franquismo, y que la misma casta de siempre es la beneficiada del sistema, con sus corrupciones, sus desviaciones y su marginación social. Por tanto, hay que hacer tabla rasa de estos cuarenta años de convivencia, que para ellos han sido de opresión, y montar un nuevo orden.

Una de dos: o son políticos muy jóvenes y poco informados que no tienen ni idea de lo que costó hacer la democracia, o responden a un fondo de represalia y venganza a la que sus padres habían renunciado, aunque hayan sufrido cárcel o exilio. No les discuto su derecho a pensar así y ganar adeptos sobre esas ideas. Lo que pido es que aclaren qué tipo de Constitución proponen ahora; qué tipo de forma de Gobierno; qué tipo de sindicatos; qué tipo de tejido empresarial, y qué harán con la memoria y el futuro de quienes hicieron posible la libertad. Y no sobraría que dijeran cuál es su concepto de la democracia y de esa misma libertad.