La muerte en Guerrero

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

20 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

México es un universo. Un inmenso país, que parece mentira. El viajero que llega se da de golpe con un océano de personas. Choca con la humanidad, que tan relegada está en la fría Europa. El Distrito Federal es como un inmenso termitero. La historia reciente de México es también una especie de moderna Historia Sagrada o una película del Hollywood de los grandes largometrajes. Pancho Villa, Madero, Los Cristeros, Zapata, luego los españoles exiliados, y Frida Kahlo, Cantinflas, Trotsky. Su literatura, desde El Periquillo Sarmiento hasta La región más transparente pasando por Azuela, Rulfo, Octavio Paz y, claro está, mi favorito, Jorge Ibargüengoitia. Pero la literatura mexicana está llena de muerte, como la calle. Cuando yo iba a la feria de Guadalajara los narcos recibían a los feriantes con asesinatos en grupo, y con los cuerpos montaban lo que en las artes plásticas se llama una instalación: los colgaban de los puentes y las farolas con mensajes, como aquí hacen los chavales para las bodas de los amigos. La vida en México vale bien poco. Todos los muertos: los simpapeles del tren de la muerte, los de Ciudad Juárez, y ahora estudiantes de Guerrero, que de los ajustes de cuentas entre narcos ya no hay manera de llevar la cuenta; todos forman ya una especie de patrimonio etnográfico de la humanidad. Y entre tanto uno se va a una cantina de la plaza Garibaldi y pide que le pongan un tequila y una cerveza, y a un mariachi que le cante la historia de Juan Charrasqueado, que fue borracho, parrandero y jugador.