El día que se cierran las salidas

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 sep 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

H oy, gran festival independentista en Cataluña. Artur Mas, ahora transformado en David contra Goliat, hará lo que le falta dentro de su hoja de ruta: firmará la ley de consultas y convocará el referendo del 9 de noviembre. Y todo, como las grandes tormentas, con gran aparato eléctrico: cámaras de televisión, multitud de periodistas acreditados y declaración de solemnidad histórica. Es posible que abajo, en la plaza de Sant Jaume, haya público con banderas esteladas y no es descartable que, como en la II República, el molt honorable president aparezca en el balcón, no a anunciar el Estado catalán, sino a anunciar que inicia la última etapa hacia el Estado catalán. Y los medios informativos, que ya sabemos todo eso y sabemos que no es más que un trámite engrandecido a mayor gloria de Mas, estaremos allí haciendo el coro y algunos de palmeros del ceremonial.

¿Y después, qué? Después, el recurso del Gobierno al Constitucional, la anulación de todo y situación sin salida. Ni Artur Mas renunciará a sus convicciones, ni los recursos servirán para otra cosa que resolver un problema puntual. Los dirigentes nacionalistas catalanes, transformados ya en independentistas, dicen todos los días que el 9-N se votará y lo van a intentar. No sé cuántas urnas habrá ese día en Cataluña, pero las habrá. No servirá de nada por su falta de legalidad, no tendrá ningún efecto jurídico, ni contará con ningún respaldo internacional. Pero sí tendrá un efecto fácilmente previsible: radicalizará todavía más la situación. Obligará al Gobierno a mayor dureza, porque no puede perder esta batalla y exacerbará al independentismo, porque ha llegado a tal punto que tampoco puede perder esta batalla.

Todo esto lo sabe el señor Mas. Sin embargo, en vez de bajar la cabeza ante el cierre de posibilidades legales de su desafío, la levanta cada día un poco más, se presenta como ganador, alimenta esperanzas de los suyos con sus imágenes bíblicas y encamina a sus seguidores hacia ese abismo. Engaña con un falso espejismo. Crea expectativas que no son para votar libremente, sino para desafiar al Estado. Y lo sabe también el señor Rajoy. Sin embargo, se encierra en sus recursos legales y transmite que se acabó el problema por el mero hecho de paralizar la consulta. Ojalá acierte, pero permítanme la duda: al día siguiente de anular el decreto, la Asamblea Nacional Catalana, la Esquerra y demás saldrán a la calle. Y algo peor: la mayoría de los ayuntamientos se pronunciarán a favor de la consulta, cuando no de la independencia. En eso están, y esa será la vitola democrática que se opondrá a la legalidad del Estado. No quiero ser profeta de ninguna desgracia. Pero díganme si no es para estar alarmados.