Isidoro Álvarez, siempre centrado en España

OPINIÓN

15 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace escasos días Emilio Botín; ayer, Isidoro Álvarez. España está escasa de grandes hombres de empresa. Hoy tiene dos menos. Asturiano, nacido en 1935, estudiante universitario brillante, obtiene el premio extraordinario en Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense. De carácter extremadamente discreto, siempre evitando el protagonismo mediático. Se vincula, como primer destino laboral, a la empresa de Ramón Areces, primo de su padre, El Corte Inglés. Pero de aquellos tiempos hasta hoy, poco queda, acaso el nombre.

Al final de la década de los ochenta alcanza la presidencia, y transcurridos tan solo tres años toma la primera de sus grandes decisiones estratégicas, se hace con Galerías Preciados por 180 millones de euros de la época. Incorpora, de este modo, a su red treinta centros comerciales y cerca de seis mil empleados. No solo desaparece su único competidor, sino que su fuerza de ventas es ahora suya. En aquellos momentos, España es una nación orgullosa y altiva, alimentada por siete años continuados de crecimiento y una proyección internacional desconocida para los hijos tardíos del franquismo y él se encuentra frente a ella sin rivales. Reinventa El Corte Inglés, lo extiende por toda la geografía y cubre el hueco que con tanta ansia buscan hoy los grandes centros comerciales multimarca. La extensión territorial la complementa con la diversificación horizontal, como sus diferentes formatos de alimentación, Óptica 2000, la Correduría de Seguros o Viajes El Corte Inglés, entre otros. En algunos casos desarrolla la integración vertical (Induyco), pero no es su modelo base. Su verdadero objetivo fue detectar nichos y cubrirlos, por eso desarrolla, con reconocido éxito, Opencor, Telecor o Bricor.

Inicia el siglo XXI siendo el líder indiscutible de la venta minorista. Pero no existe estrategia perfecta, y el error de la suya fue creer en exceso en este país. Se vinculó a él de un modo tan estrecho que su holding, ya maduro, pasó a moverse al ritmo del propio país. La crisis, de un modo predecible por su exposición al consumo español, lo golpeó, obligándole, por un lado, a perder alguna de las joyas de su imperio, como su financiera, que pasó a estar controlada por el Santander, y por otro, a modificar su estrategia de precios, especialmente en la distribución en alimentación. Quizás, al ceder la mayoría de la financiera, perdió una batalla, pero le ganó la guerra a la crisis, obteniendo un gran acuerdo de financiación, claramente ventajoso para los intereses de su empresa, su última gran victoria.

Actualmente sus ventas están en los catorce mil millones de facturación, su beneficio neto en 174 millones y el resultado bruto de explotación en 728 millones, es decir, con músculo suficiente como para encarar una nueva fase, y esta ya estaba en su cabeza, veía a El Corte Inglés en Bolsa, y abierto al mundo, conquistando esos mercados que lo estaban esperando y que abandonó por centrarse en su país.

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