Muchas horas dedicadas a Napoleón y, sobre todo, a la empresa

OPINIÓN

15 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Napoleón le apasionaba. Era su icono. Isidoro Álvarez leía, veía todo cuanto se publicaba en el mundo sobre el gran estratega. Él mismo lo era. También su nombre pasará a la historia. Y también por ser un gran estratega, condición que le llevó a revolucionar el sector del gran consumo en España a través de El Corte Inglés, la empresa enseña y termómetro fiable de la disponibilidad de compra de los hogares españoles.

Su empresa era su pasión. Dicen sus máximos colaboradores que trabajaba todo el día y a todas horas. Dos más que los demás. Iba a las tiendas con asiduidad y conocía a muchos de sus miles de empleados. Creó una cultura empresarial propia, cuyo testigo tomará su sobrino Dimas Gimeno, director general de la compañía. A él lo arropó preparando la sucesión. Lo envió a Portugal, donde estuvo en Oporto y Lisboa. Luego, directamente a Madrid; a su lado.

La actitud de Isidoro Álvarez con Dimas Gimeno hay quien dice que fue la misma que Ramón Areces mantuvo con él.

Su discreción, evitando siempre que podía los fastos públicos, y su austeridad fueron señas de identidad del presidente de El Corte Inglés, al que era fácil distinguir por a su atuendo habitual: traje oscuro y corbata negra.

El tiempo que le dedicaba al ocio no era demasiado, aunque sí le apasionaba la economía, la historia y la caza de perdices, principalmente, que solía practicar en tierras de Castilla-La Mancha.

Isidoro Álvarez también era un experto culinario y amante de la cocina. Le gustaban, sobre todo, los platos de cuchara, recuerda algún amigo con el compartió plato y mantel.

Ni grandes mansiones ni ningún yate lleva su nombre. Austero y emprendedor en los negocios, donde entendía que el cliente siempre tiene razón. Es la máxima sobre la que pivota la organización.

Pocas palabras, pero claras

Isidoro Álvarez fue un hombre de pocas palabras, pero muy claras. Así fue el discurso que pronunció el pasado 31 de agosto, ante la junta de la compañía. Leyó la carta dirigida a los accionistas y analizó la evolución de la empresa en el último año. Luego le cedió la palabra a su director general.

Era un hombre conocido, pero logró que su empresa lo fuese más que él. Hizo una clara apuesta por la internacionalización y la profesionalización de una compañía cuyas riendas pasan ahora a una nueva generación, que decidirá si la compañía opta por salir a Bolsa y posicionarse entre las 35 del Ibex. Mimbres tiene para ello. El que fue su presidente, Isidoro Álvarez, tuvo mucho que ver.