Democracia: «la lueda de atlás pielde»

OPINIÓN

03 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El tono faltón y despreciativo con que las fuerzas minoritarias se refieren de modo sistemático a los dos grandes partidos españoles podría hacer pensar que hoy el PSOE y el PP, como antes el PSOE y UCD, son grandes por alguna razón perversa y distinta a la que es obvia: porque tienen muchos votos.

Es verdad, claro, que, al traducir votos a escaños, las leyes electorales tienden a favorecer a los partidos mayoritarios y a perjudicar a los pequeños. Y lo es que esas alteraciones son mayores en España en elecciones generales que en otros países con sistema electoral proporcional. Pero si los partidos más votados en lugar de ser el PSOE o el PP fueran, por ejemplo, el BNG e IU, los beneficios y perjuicios de invertirían de inmediato y la ventaja iría a parar a los segundos.

La razón que explica, por tanto, que el PSOE y el PP sean grandes y el BNG e IU más pequeños, cada uno de estos últimos en su correspondiente proporción territorial, es que hay muchos ciudadanos españoles que en ejercicio de una opción completamente libre votan socialista y popular y bastantes menos que, con la misma libertad, apoyan al BNG e IU.

Ese hecho adquiere una relevancia democrática especial cuando ha venido repitiéndose, además, a lo largo de casi cuatro décadas, durante las cuales, con una insistencia de la que algunos deberían ser capaces de sacar de una puñetera vez las lecciones oportunas, los electores, sin que nadie los forzase, han preferido a los unos que a los otros.

Por eso, a mí, que tengo con el PSOE o el PP muy claras e importantes diferencias y que creo que su forma de hacer política es manifiestamente mejorable, me extraña y me molesta incluso como demócrata la constante letanía por virtud de la cual las minorías acusan a las mayorías de una especie de ilegitimidad ¡por ser mayoritarios! Pues la única razón por la que el PP o el PSOE han gobernado en España y no lo ha hecho IU, o por la que el BNG no ha ocupado jamás la Presidencia de la Xunta, es porque los gobernantes tienen los votos que le harían falta a los opositores para colocarse en su lugar.

Puede, claro, que quienes obtienen pocos votos crean que los suyos son de más calidad que los de quienes sacan porcentajes muy superiores a los suyos, caso ese en el cual deberían aclararnos el arcano de por qué y como han llegado a esa pintoresca convicción.

Y es que en elecciones pasa como en el viejo (y tonto) chiste del conductor que coge a un chino en autostop. El chino repite constantemente «la lueda de atlas pielde» para desesperación del dueño del vehículo, que se detiene una y otra vez a comprobar que sus ruedas están en perfectas condiciones. Hasta que, ya a punto de ser agredido, el chino se da a ver: «La lueda de atlás pielde, la le lelante gana». Esa, en el fondo, es la base de la democracia.