Rajoy y Pedro Madruga, en Soutomaior

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

02 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La decisión de Mariano Rajoy de abrir el curso político en el castillo de Soutomaior rebasa la mera anécdota. Constituye todo un símbolo. Conmueve ver al presidente embutido en la armadura de su paisano Pedro Madruga, cuyo fantasma ronda por los pasadizos de la vetusta fortaleza, repartiendo mandobles a diestro y siniestro. Da gloria verlo, con su jeta escondida tras la visera del yelmo, dirigir sus mesnadas contra los feroces irmandiños -probablemente al servicio del chavismo- que, después de demoler 130 castillos y fortalezas en solo dos años, amenazan la estabilidad del sistema. Complace observar cómo enmienda la plana a amanuenses que, como Carlos Barros -ex comunista, claro-, atribuyen «mentalidad justiciera y anti señorial» a los desarrapados de Roi Xordo. Las cosas claras: ni las revueltas de antaño estaban justificadas por la hambruna, la epidemia y los abusos de la nobleza, ni el cabreo generalizado de hoy guarda relación alguna con las políticas arbitradas desde el poder. El problema, si alguno hay, reside en la proliferación de profetas de la catástrofe. Y es que, muertos Balenciaga y Pertegaz, ahora «está de moda hablar de las desgracias». Palabra de presidente.

De esa apreciación nace una de las escasas discrepancias estratégicas entre Madruga y Rajoy. El primero combatía a los rebeldes con arcabuces y de acuerdo con las leyes de la guerra, el segundo lo hace con la propaganda y la ley (electoral) del embudo. El primero, dicen que extremadamente cruel, decapitaba a sus enemigos. El segundo, fruto exquisito de la civilización, se limita a condenar al ostracismo y «dejar de lado a aquellos que no tienen más objetivo que decir lo mal que van las cosas».

Y cuando uno -alarmado por la parte que le toca- se pregunta quiénes son esos a los que el presidente recomienda dejar de lado, halla la respuesta adecuada en una encuesta publicada el domingo: el 93 % de los españoles que no creen que el país haya salido de la crisis, el 88 % de los españoles que tienen una imagen regular, mala o pésima del Gobierno; el 68 % de los españoles que cuestionan la eficacia de las medidas de Rajoy contra la recesión, el 49 % de los españoles que se oponen al cambio torticero de las reglas de juego para elegir alcalde. Satisface saber que uno no está solo, que forma parte de la legión mayoritaria de ciudadanos que el Gobierno deja de lado, arrojados sin posibilidad de rescate -fanés y descangallados- a la cuneta de la historia. No se consuela el que no quiere.

Andan algunos historiadores empecinados en demostrar que el gallego Pedro Madruga, misteriosamente desaparecido en 1486, y Cristóbal Colón son la misma persona. Ojalá puedan demostrarlo, para orgullo de la raza, con documentos irrefutables. Pero hay algo que, por más que se empeñen los exégetas del PP, nadie me podrá rebatir: no fue Mariano Rajoy quien descubrió América.