Rajoy, ahora o nunca

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

02 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si algo ha quedado claro en el confuso y deprimente panorama político actual, es que las mayorías absolutas han pasado en España a mejor vida. Antes de la actual, conseguida por Rajoy en el 2011, hubo otras tres en la reciente etapa democrática. Y, desmintiendo el tópico que las denigra por sistema, como si el hecho de que la mayoría de ciudadanos se pongan de acuerdo en respaldar a una fuerza política fuera una perversión de la democracia, no todas fueron negativas. El arrollador triunfo de Felipe González en 1982, cuando el PSOE obtuvo 202 diputados, y su reedición en 1986, con 184 escaños, alumbró una exitosa transformación política, económica y social del país. En 1989, González se quedó en 175 diputados, la mitad exacta de la Cámara. A partir de ahí, comenzó un largo declive que le llevó a perder las elecciones frente a Aznar en 1996.

González supo gestionar con brillantez sus mayorías absolutas, pero fracasó cuando tuvo necesidad de pactar para gobernar. Todo lo contrario le sucedió a José María Aznar. Se estrenó con una apurada victoria en 1996, que le obligó a fraguar complicados pactos con los nacionalistas. Ese Gobierno en minoría propició sin embargo una impresionante recuperación económica, fruto de reformas acordadas con los sindicatos y gran parte de la oposición. Un período de prosperidad que culminó con el éxito histórico de la entrada de España en el euro. En el 2000, con su victoria por una mayoría absoluta de 183 escaños, Aznar entró en una deriva autoritaria que llevó al PP a perder las elecciones en el 2004. Aznar supo gestionar con acierto el Gobierno en minoría, pero fracasó al ejercer el poder en solitario.

Mariano Rajoy conoce muy bien esta historia. Y, de haberse visto en la tesitura de tener que escoger, habría preferido con seguridad enfrentarse al modelo de Aznar. Es decir, encabezar primero un Gobierno de coalición que pusiera en marcha por consenso, y por tanto sin excesivo desgaste, las duras reformas necesarias. Y, después, gobernar en solitario y con mayoría absoluta un país económicamente enderezado, tratando de evitar los errores que cometió Aznar en su segundo mandato.

Pero, ay, a Rajoy le ha tocado la otra bola, en una partida muy difícil de jugar. Ha tenido que apechugar en solitario con el altísimo coste político que implican los recortes económicos necesarios. Y no tiene la más mínima oportunidad de revalidar la mayoría absoluta en el 2015. Por tanto, las reformas políticas que quiera aprobar tendrá que sacarlas adelante ahora, porque luego, si consiguiera alcanzar el Gobierno, tendría que renunciar a casi todo en aras del consenso imprescindible para aprobar cualquier ley. De ahí que Rajoy se esté embarcando en aventuras temerarias, como la de tratar de cambiar en solitario la ley electoral o la del aborto. Sabe que es ahora a nunca. El problema es que juntar recortes impopulares con reformas sin consenso puede convertir a Rajoy en el primer presidente que no disponga de una segunda oportunidad.