Abel Caballero y la «gran familia socialista»

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

29 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si usted, querido lector, escribe en Google «gran familia socialista» obtiene en 0,16 segundos 82.200 resultados, muchos de ellos referidos a declaraciones de líderes del PSOE o el PSC utilizando esa expresión para citar de forma afectuosa a los militantes de sus partidos respectivos.

Algunos de esos dirigentes parecen tener, sin embargo, una visión muy diferente de lo que significa la gran familia socialista, que ellos entienden como aquella que conforman sus familiares o compañeros de partido, personas todas que, en esa condición, son favorecidas de forma sistemática en el acceso a la función pública en las instituciones que sus amigos políticos controlan.

Por supuesto, tan escandalosa perversión no es ni mucho menos patrimonio exclusivo del partido del puño y de la rosa, como lo demuestra el hecho cierto de que en todas partes cuecen habas. En ese sentido, basta recordar el nombre de Baltar, aunque prácticas idénticas a las del Partido Popular en la provincia de Ourense, y otras muchas, vienen siendo habituales en las instituciones controladas por CiU o el PNV, y, ya no digamos, por Coalición Canaria o la extrema izquierda nacionalista.

Lo peculiar en el caso del PSOE, es que bastantes de quienes colocan a los suyos están convencidos de que las siglas socialistas los excusan de dar ninguna explicación, aplicando la sandez que considera la honestidad patrimonio de la izquierda.

Tal es muy probablemente una de la razones por las que Abel Caballero mantiene un silencio sepulcral ante las reiteradas y más que convincentes acusaciones de que utiliza su poder para hacer con él lo que le peta, y para, entre otras cosas, favorecer a familiares y amigos de militantes del PSOE en el acceso a puestos de trabajo que dependen del Ayuntamiento que él preside. Y digo una de las razones, porque la otra reside, sin duda, en las formas absolutamente faltonas que Caballero utiliza de forma sistemática con todos aquellos que se atreven a llevarle la contraria o a preguntarle por asuntos sobre los que él no desea ser interrogado. De hecho, pocos políticos tratan peor en Galicia a quienes ejercen la labor informativa y a pocos se les toleran unos desplantes y malas formas que, si se generalizasen, impedirían a los periodistas cumplir con su importantísima función.

Es de esperar, pese a ello, que la fiscalía tome cartas de una vez en el asunto, no vaya a ser que el sistema judicial repita con Caballero el ridículo espantoso que ya hizo con Baltar, al juzgarlo por los muchos abusos cometidos en el ejercicio de su cargo cuando aquellos ya duraban muchos años, de modo que la sentencia condenatoria dictada contra él por el ejercicio irregular de sus funciones ha quedado finalmente en agua de borrajas. Por eso, contra Caballero hay que actuar judicialmente y hacerlo de inmediato.