Aflicciones, patrias y dineros

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

31 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Jordi Pujol ha sido figura central en la construcción de su país y de la transición española, como evidencian la metáfora bien contada por Gonzalo Bareño sobre su degustación de las anchoas de L?Escala como síntesis de comunión con Cataluña, o el «tranquilo Jordi, tranquilo» en el golpe de Estado de 1981.

La confesión de uno de sus pecados por Jordi Pujol es una quiebra demoledora de tantos imaginarios catalanes, y una evidencia de cuán generosos hemos sido, también los catalanes, con nuestras clases dirigentes. A quienes, a pesar de lo intuido y lo sabido, hemos perdonado sus sucesivas tropelías por construir nuestra democracia. Con una paciencia, a veces cómplice, que hoy se nos antoja intolerable.

Cataluña es una buena nación pero, al igual que otras peninsulares, lo es tanto por su contribución catalana como por su contribución del resto de España, y entiéndase ello no solo en términos lingüísticos, sino también de intercambio, mestizaje e interacción.

La situación actual de la consulta y el proceso soberanista lanzados por CiU y por Esquerra Republicana ha calado en una parte de la sociedad catalana, y se ha convertido en un problema político central para España, hasta el extremo de hacerse necesario buscar una salida posibilista y constitucional. Necesario para España y para los catalanes.

Cabía pensar que el encuentro celebrado ayer entre el presidente Rajoy y el presidente Mas permitiría encontrar un hilo que deshiciera el enredo. Antes de la confesión de Pujol se podía interpretar tal reunión como una escenificación previa a la aceptación de la no legalidad de la consulta del 9 de noviembre por el presidente de la Generalitat, y la apertura por el Estado de una nueva etapa articulada en torno a las posibilidades que abre una reforma constitucional.

Con la demolición provocada en CiU por su propio fundador, las elecciones plebiscitarias que tenía en cartera la coalición de CiU y Esquerra como alternativa a la consulta están en manos del silencioso ganador de esta desfeita, Oriol Junqueras, a quien aún no hemos oído pronunciarse sobre lo conocido e intuido en el Gobierno a quien apoya Esquerra.

Pujol, parapetado en Cataluña para sortear sus asuntos turbios, los de su numerosa familia, incluido el anunciado testamento paterno desconocido por su hermana, y de sus asociados, ha confesado buscando una tabla de salvación, y CiU un cortafuego de lo que se irá conociendo y se avecina. Cierto que ni más ni menos que otros muchos asuntos turbios en Gobiernos y partidos de trileros, pero con el agravante de dirigir y apoyar una grave crisis institucional en el Estado y en la vida de las personas.

La reunión, larga y correcta, no parece que haya provocado deslizamientos en torno al ansia soberanista y consultora, ni tampoco a una alternativa plausible de organización del Estado en la que, al parecer, estarían conformes una buena parte de los ciudadanos, de todas las patrias y partidos. Esperemos a septiembre, mientras despedimos a María Antonia Iglesias.