No, señor Pujol, yo no le perdono

Tino Novoa EN LA FRONTERA

OPINIÓN

28 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hasta el mayor de los criminales tiene derecho al perdón. Porque el ser humano es imperfecto, comete errores y hasta puede ensañarse en el mal. Pero precisamente porque es perfectible es capaz de reconocer lo que ha hecho mal y cambiar. Porque la persona es más que sus actos. Pero no basta con pedirlo, el derecho al perdón hay que ganárselo. Y para ello hay que reconocer y reparar el daño causado, asumir la culpa y pagar por el perjuicio generado. Y usted, señor Pujol, no ha hecho nada de esto. Ni siquiera ha hecho acto de contrición ni ha manifestado propósito de enmienda, algo que, como católico, debería tener muy presente. Por eso, no se le puede perdonar.

Lo primero que tendría que haber hecho es haber ofrecido explicaciones públicas, no mediante un vergonzoso y vergonzante comunicado. Tal procedimiento es indigno en general, pero especialmente de quien ha sido presidente de la Generalitat durante 23 años, es decir quien más años ha estado al frente de un Gobierno en la España democrática.

Y se ensaña al pensar que sus explicaciones son suficientes, ya que al robo suma el insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Porque no se trata de un simple ocultamiento, sino de un robo sistemático, reiterado y en gran escala a todos los españoles al no abonar a Hacienda lo que era su obligación. Por muchísimo menos hay miles de personas en prisión. Y, en su caso, con el agravante de que una de las funciones esenciales de su cargo era velar por los intereses generales. En cambio, lo que hizo fue menoscabarlos.

Es decir, el molt honorable en realidad nunca lo fue. Ni siquiera le queda el seny del que tanto ha presumido, porque no hay mayor desprecio al sentido común que argumentar que no tuvo oportunidad de regularizar su situación fiscal. Es una burla que demuestra la absoluta ausencia de arrepentimiento. Sus chuscas explicaciones no son sino una endeble tapadera para sus hijos, cuyas actividades llevan tiempo sometidas al ojo escrutador de la justicia. Y al margen de lo que esta tenga que decir, hay material más que suficiente para acometer una profunda y rigurosa investigación, parlamentaria y judicial, sobre los estrechos vínculos entre las empresas de los Pujol y la Administración catalana.

La tentación de confundir el «España nos roba» con «Pujol nos roba» es grande, pero no es necesario llegar tan lejos. Aunque es evidente el descrédito de quienes han agitado aquella bandera para alimentar el proceso soberanista. Con Artur Mas a la cabeza, más preocupado por evitar que el escándalo lo contamine que por defender la institución que preside. Su primera obligación sería investigar si se han visto dañados los intereses de la Generalitat, pero no lo ha hecho. También debería retirar las dignidades a quien las ha pisoteado, pero no lo ha hecho. Al contrario, en tanto confidente se ha convertido en cómplice. En contra de lo que inicialmente dijo, no es un asunto privado, sino político, en el que están en juego la imagen y los intereses de la Generalitat, y su responsabilidad inmediata es dar y exigir explicaciones. Y si no es capaz, ¿cómo puede tener la osadía de impulsar un proceso de tanta trascendencia y gravedad como la independencia?