La boca del infierno en la A-8

Miguel Cabana
Miguel Cabana SOBRE EL ASFALTO

OPINIÓN

27 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La orografía y la climatología de las montañas de Mondoñedo son más propicias para el pasto de los caballos salvajes que para atravesarlas con una autovía. Pendientes infernales, terreno calcáreo plagado de grutas y acuíferos, y además, nubes y niebla casi permanente. Pero una vez que se toma la decisión de abrir una autovía a través de esas montañas, los técnicos han de tener en cuenta todas esas circunstancias que observa hasta el profano. Y por desgracia solo han contemplado las deficiencias del terreno, y han invertido lo suficiente para que la obra sea estable, pero han olvidado las condiciones climatológicas. En ese lugar y a esa altitud, hay nubes bajas o niebla densa casi durante la mitad del año. Seis meses de autovía fueron suficientes para demostrar su peligrosidad: casi un percance al mes y al sexto, se mascó la gran catástrofe que pudo haberse saldado con muchos cadáveres. No se puede mantener abierto ese tramo de autovía con una balizas antiniebla o una señalización, por muy luminosa que sea. Los automovilistas entran de golpe en una nube y se quedan a ciegas. Si acelerar es suicida, frenar o reducir la velocidad también lo es, porque hay riesgo de un choque por alcance como el de ayer. Los técnicos deben darle una solución a ese tramo o seguirá siendo la boca del infierno.