El niño (palestino) con pijama de rayas

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

26 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Q uizás recuerden el argumento del libro de John Boyne, del mismo título que este artículo, o hayan visto la exitosa película. Por si acaso, les refresco la memoria resumiendo en unas líneas el argumento. Bruno era hijo de un militar de alto rango desplazado desde Berlín a Auschwitz, el campo alemán de exterminio donde estaban recluidos los judíos antes de ser asesinados en las cámaras de gas. Al otro lado del muro, de la valla metálica del campo de concentración, Bruno veía a un chaval de su edad, Samuel, vestido como todos los internados con una chaqueta de dril, el pijama de rayas en la mente infantil del hijo del oficial nazi. El resto de la tesis narrativa se la imaginan ustedes.

Un niño, otro, era Gisué, el rapaz judío, en este caso italiano, de La vida es bella, emotiva película de Roberto Benigni, escondido permanentemente en un barracón de un campo de exterminio. Al final los americanos liberan el campo, el rapaz se salva, pero Guido, su padre, muere tiroteado.

Hoy, ahora mismo, Samuel o Gisué, se llaman Hamed o Fátima, y son los niños palestinos del pijama de rayas, asesinados en el campo de concentración de Gaza. Son más de 150 muchachos y muchachas que miraban al cielo desde la playa, y no sabían que llovía la muerte, que la bombas eran emisarios certeros del dolor y que mañana ya no habría mañanas.

Lejos de mí el sentimiento antisemita tan común en esta parte de Occidente. Me considero deudor de las mejores páginas de la literatura y el pensamiento escritas por creadores judíos centroeuropeos en el período de entreguerras y en etapas más recientes, lejos de mí articular el maniqueísmo de buenos y malos, y realizar un análisis simplista del conflicto recurrente que ensangrienta el viejo país de Moisés y de Jesús.

Mantengo afectos de antiguo con militantes de comunidades hebraicas, descendientes de Sefarad y judíos asquenazíes, gentes de un mundo muy querido en el universo de las artes y las letras. Y dicho esto, acuso no a los ciudadanos ni al Estado, sino a su Gobierno, de la masacre genocida, del asesinato colectivo, una vez más, casi como castigo escrito en los libros sagrados, de los inocentes.

Esta guerra por entregas es de un gigantesco cinismo informativo, de las viejas técnicas, hoy sofisticadas, de propaganda y contrainformación. Nunca un niño es un escudo humano. Es una víctima de la perversión, de la maldad de los adultos, de la soberbia de los poderosos.

Desde el plácido exilio catarí, desde Catar, Estado árabe enriquecido con el gas y el petróleo, el mismo que apadrina las camisetas del club de fútbol Barcelona, el líder de Hamás, Meshal, no quiere enterrar el hacha de guerra que Netanyahu afiló. La paz solo es posible cuando hay voluntad de alcanzarla. Ni uno más, ni un solo niño con o sin pijama de rayas, encontrará la muerte en Gaza, Paremos esta locura, detengamos esta guerra.