La sabiduría popular es en ocasiones fuente de agua clara. Y los refranes son un espacio del que han tirado los más grandes clásicos de nuestra literatura con esplendor. De Cervantes a Lope. Hay un millón de ejemplos maravillosos del jugo que un autor con oído le puede sacar a las genialidades que salen del mayor espacio vivo del mundo que no es otro que la calle y la realidad. Ahí está esa frase de Sancho sobre que nada tiene más ojos que el miedo. El etcétera sería larguísimo. Pero en nombre de la sabiduría popular también se comenten atropellos y disparates. Hay una frase que la gente de determinada edad ha padecido mucho: «Mal no le hace». Esa máxima unida a la salud ha llevado a que demasiadas personas se automediquen. Con el «mal no le hace» nos estamos haciendo inmunes a los antibióticos por ejemplo. Recetamos de más al vecino con el pasamanos de estos consejos populares. «A mí me fue bien, a ti no te va a hacer mal», y olvidamos que la salud tiene que estar en manos de profesionales (médicos, farmacéuticos, fisioterapeutas...). Son ellos los que deben calibrar si es peor el remedio que la enfermedad.