Estamos en verano. Y urge la llamada operación bikini. Hagan una búsqueda en Internet y descubrirán que si teclean esas dos palabras dramáticas (sí, son dramáticas) le saldrán 300.000 páginas web sobre el asunto. No es una coincidencia. Es una persecución. Obligan a todas las mujeres a tener que replantearse la relación con un cuerpo que es el suyo. Si empiezan a leer, se asustarán. Todos son consejos de sitios milagros en los que tu apariencia puede pasar de buda a sílfide con una legión de disparates. Consejos tan peligrosos como dejar de comer. Lo que es terrible es que haya gente que se deje comer la cabeza con esas dietas disparatadas que solo traen problemas y conflictos con la salud física y mental. Como en todo, solo debe existir el consejo y el amparo del profesional. Todo lo demás es perder el tiempo y el equilibrio. Jamás nos deberíamos dejar imponer la obligación de que tenemos que transformar nuestro cuerpo en otro. Nuestro cuerpo es el que es. Debemos cuidarnos, pero no volvernos locos. Trescientas mil páginas, un disparate para algo que tendría que ser un placer: ir a la playa a disfrutar del sol, de un baño, de la compañía, de la comida, de lo que te apetezca. Tanta presión es represión.