El machismo que no cesa

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

06 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dos noticias figuraban ayer entre las 10 más consultadas en la edición digital de este periódico: «Felaciones a cambio de copas gratis en Mallorca», era el titular de la primera; el de la segunda, «Una discoteca de Barcelona organizó un ?concurso de mamadas?». Aunque, desde luego, no hay que descartar que algunos lectores hayan consultado esas noticias llevados sencillamente por el morbo, quiero creer que la mayoría han ido a ellas escandalizados por unos hechos que suponen para las mujeres un trato absolutamente vejatorio por parte de unos supuestos empresarios que son en realidad unos tipejos que consideran a las jóvenes que acuden a sus locales un simple objeto de consumo sexual con el que tratar de ganar pasta.

Estoy casi seguro, sin embargo, de que la cosa pasará y que nadie, o casi nadie, dirá una palabra más alta que otra para denunciar este atropello a la dignidad de las personas. El Instituto de la Mujer ha sido de momento la excepción y ha exigido, con sobradísimos motivos, la intervención de la fiscalía para investigar a los locales que dan copas a cambio de felaciones, intercambio indicativo de un machismo repulsivo. Pero, insisto, la cosa pasará por la sencillísima razón de que también en relación con el machismo funciona una rígida corrección política según la cual el que haya pocas directivas es un hecho intolerable, pero el que se hagan ofertas comerciales que vejan a las mujeres de un modo vergonzoso sería una cosa moderna y divertida que solo escandalizaría a la carcunda más casposa.

Por eso, y para que nadie vaya a pensar que mi denuncia es fruto del puritanismo sexual, aclararé que las prácticas sexuales privadas, realizadas entre adultos que actúan con entera libertad, me merecen todo el respeto, sean las que sean, salvo cuando puedan resultar lesivas para la salud o la integridad de las personas.

Lo que me subleva es ese machismo -a veces sutil, a veces burdo- que utiliza a las mujeres como meros objetos de deseo; que, entre otras cosas, las presiona ambientalmente para que se amolden al precio que sea a un canon de belleza que no existe más que en las revistas tras el correspondiente Photoshop; y que, en fin, parte de cualquiera de esta dos estupideces: que si una mujer es guapa, es atontada; y que, si no lo es, está condenada a la frustración y el ostracismo social o laboral.

Hay muchas formas de machismo, y las peores suelen ser aquellas que hoy se presentan bajo la coartada de la modernidad y la libertad. Pues nada hay de libre ni de moderno en que unas chicas, muchas de ellas poco más que unas niñas, cambien felaciones por copas o participen en concursos de mamadas. Ambas ideas son solo una manifestación de la barbarie de quienes siguen creyendo que la mayor prueba social de inteligencia es llenarse los bolsillos.